La Paz es un ideal humano difícil. En estos
días asistimos, una vez más, a la puesta en marcha de operaciones militares de
extraordinaria dureza –en general contra población civil indefensa– del
gobierno de Israel hacia Palestina. Y ello a pesar de la gran presión internacional
para que cesen esas actuaciones tipo “Operación Plomo fundido” (enero 2009), presiones
que no han logrado aún que el gobierno de Israel, que detenta unas 100 ojivas
atómicas, abandone su enloquecido comportamiento.
Aquí, la presencia de las grandes bases de
Rota, Morón y Gibraltar, o el tránsito de submarinos y buques militares con
enorme poder destructivo, son otro ejemplo de que la Paz, en todas partes, no
es un objetivo fácilmente alcanzable. Las fábricas de armas en Andalucía
(General Dinamics en Alcalá de Guadaíra, Navantia en la Bahía de Cádiz, Airbus
Military en Sevilla, etc.), junto a la instalación del escudo antimisiles en la
Base de Rota, hacen de nuestra comunidad autónoma un territorio fuertemente
militarizado y preparado para que España, la OTAN y EE.UU continúen sus
intervenciones humanitarias por todo el Mediterráneo y Oriente Medio.
España negocia la venta a Arabia Saudí de un
total de 3.000 millones de euros en tanques y continúa así su senda de
crecimiento exponencial de ventas de armas, situándose en uno de los primeros
productores y vendedores de armamento en todo el mundo. Por otra parte, su
abultada deuda militar, estimada en unos 30.000 millones de euros, junto a un
tímido recorte del gasto militar (muchísimo menor que el que sufren los ámbitos
de la Educación o la Sanidad) terminan de dibujar un sórdido panorama belicista
por parte del estado español, es decir, por parte de los gobiernos del PSOE y
el PP que en La Moncloa se han sucedido. El Movimiento por la Paz, sin embargo,
no ha dejado en estos años de oponerse a esta línea belicosa de los distintos
gobiernos de Aznar, Zapatero, etc., y ha mostrado en numerosas ocasiones su
capacidad de resistir a esa tendencia armamentista gubernamental, además de exponer
a la opinión pública sus alternativas a favor de la Paz, el Desarme y la Cooperación
Internacional.
La Paz es un ideal humano difícil de
alcanzar, ciertamente; y mucho más en estos tiempos donde la llamada crisis -en realidad, una ofensiva de ciertos
poderes para imponer criterios económicos y políticos muy antisociales- azota
con tanta violencia a la ciudadanía mediante políticas de austeridad dictadas por los
mercados. La Noviolencia no es que esté de moda. Lo que está de moda es
todo lo contrario: competitivismo, implantación de un orden social muy conservador, belicismo, ausencia de democracia real,
golpe de estado económico, etc. En suma, quebrantamiento de la idea de los
Derechos Humanos como guía de la convivencia social y su sustitución por el ordeno y mando de los poderes
financieros y las multinacionales.
En este contexto, quienes, como las
organizaciones que componen la Red Antimilitarista y Noviolenta de Andalucía,
tratan de poner en marcha iniciativas sociales y políticas concretas por la Paz
y el Desarme no lo tienen fácil. Es por ello que me alegro de que en la
provincia de Cádiz continúen surgiendo propuestas como la I Jornada de la Paz en el Campus Universitario de Jerez para el día
23 de noviembre, o el Máster en Cultura de Paz y Conflictos (UCA), etc. Porque
lo cierto es que la Paz, como objetivo ético y político prioritario en el mundo
de hoy, merece muchísima más atención de la que se le presta, ya que junto a la
lucha por la Justicia y los DD.HH., o por el Medio Ambiente, o por la superación
del patriarcado, etc., es, tal como se dice en el folleto anunciador de dicha
Jornada, una auténtica necesidad.
Es verdad que la Paz tiene muchos aspectos y
ángulos de abordaje: la transformación interior hacia una personalidad más equilibrada
y rica, la puesta en marcha de todo un enfoque cultural alternativo, la acción
política a favor del Desarme y la ausencia de guerras, la exigencia de que la
Justicia acabe socavando las estructuras sociales violentas, etc. Todos estos
ámbitos (ética, cultura, política, ciencia, espiritualidad, etc.) deben
conectarse entre sí si se quiere avanzar hacia la Paz. Gandhi dio vida a esto
al conectar ámbitos aparentemente alejados entre sí, el compromiso espiritual y
el político: “Para contemplar cara a cara el Espíritu de la Verdad, uno debe ser
capaz de amar la menor expresión de la creación como a uno mismo. Y un hombre
que aspira a eso, no puede permanecer fuera de cualquier manifestación de la
vida. Por ello, mi devoción a la verdad me llevó al campo de la política; y
puedo afirmar sin el menor asomo de duda, y por supuesto con toda humildad, que
aquellos que sostienen que la religión nada tiene que ver con la política, no
conocen el significado de la religión” (Gandhi: Mis experiencias con la verdad). Para muchos de nosotros, lo que
Gandhi –y otros más cercanos como Gonzalo Arias– expuso e hizo es un referente
de enorme actualidad y utilidad para el mundo de hoy en los caminos concretos
hacia la Paz. Por eso me permito terminar con una recomendación a la lectura de
un pequeño libro sobre la Noviolencia activa que recoge muy bien las líneas
directrices de su pensamiento aplicadas a la dura situación que vivimos en estos
momentos: Noviolencia y transformación
social, de Pere Ortega y Alejandro Pozo (ed. Icaria).