Estos dos pequeñitos vídeos de 2003 (http://www.youtube.com/watch?v=2cNbBrQVqqY,
y http://www.youtube.com/watch?v=OQrMRNtENWY&feature=fvwrel),
de unos segundos de duración cada uno, donde se ve y se oye al expresidente
José María Aznar afirmando/desdiciéndose sobre la existencia de armas de
destrucción masiva en Irak tendríamos que, además de tenerlos en la retina
desde hace tiempo, verlos varias veces más, cuidadosamente… porque no tienen ni
una fracción de segundo de desperdicio y porque, en mi opinión, dejan claro qué
rápidamente y con qué poco fundamento un presidente democráticamente elegido
puede embarcarnos a todos en una sangría (la guerra de Irak) con este único y
simplista argumento: confíen en mí como presidente porque “les aseguro que
les estoy diciendo la verdad…”. Aquél presidente del gobierno no poseía el
don de la infalibilidad papal, pero no se le arrugaba un ápice el entrecejo ni
para decir que Sadan Husein poseía aquéllas armas ni para decir a renglón seguido
exactamente lo contrario…
Como estas aguas pasadas sí que mueven molinos (de
guerra), me pregunto cuántas muertes podría haber causado ese juramento
presidencial -del primer vídeo- mezclado de petición de confianza a la
ciudadanía… Me pregunto si autoinvestirse de forma parecida a la de un caudillo
para lanzar a un pueblo a la guerra contra un enemigo satanizado es algo que
puede ser tolerado en una democracia del siglo XXI. Y pregunto si el
Parlamento, el Tribunal Constitucional y otras instancias internacionales no
deberían habilitar procedimientos políticos y jurídicos para evitar que,
citemos -por ejemplo- el posible caso de una conflagración donde intervengan
armas nucleares u otras de destrucción masiva, nos veamos incursos –como
víctimas y/o como actores– en un inmenso desastre bélico fruto de una percepción
errónea de un presidente de gobierno mal informado o de un rey Teniente
General de los Ejércitos que no tiene para nada en cuenta la situación social
por la que atraviesa la ciudadanía, etc. Lo que estoy diciendo es de un alcance
social y político muy grande, ya que todos podríamos ser víctimas de guerras
causadas por gobernantes incompetentes, o malinformados, o belicistas, o irresponsables,
o cómplices de intereses que no tienen nada que ver con el bien público, etc.
La detentación del poder militar y la capacidad de dar el visto bueno de una
nación para participar en una guerra es un asunto de extrema importancia
social, obviamente. La crisis de representatividad política de estos momentos afecta
de lleno, claro, a la detentación del poder militar y a la participación del
estado y sus fuerzas armadas en los conflictos bélicos. Los indignados no olvidamos esto ni un
minuto. EL mensaje del NO A LA GUERRA
del 15-M y de otras muchas organizaciones y movimientos sociales por la Paz es
esto: lo que los poderosos estáis haciendo con los gastos militares y la
organización de las guerras es antisocial, antidemocrático y ajeno a la
dignidad humana.
En España no, pero en el Reino Unido el presidente de
entonces, un tal Tony Blair, fue requerido (en cierto sentido, procesado) por el Parlamento para que
explicase en función de qué había lanzado a su país, de la mano de Bush y
Aznar, a la guerra de Irak. Esto ocurrió en 2010 pero, como era de esperar,
nada le ha ocurrido al tal Blair ni, como consecuencia de aquella comisión
parlamentaria, ha sufrido ningún proceso penal (véase al respecto, por ejemplo,
esta crónica: http://www.elmundo.es/elmundo/2010/01/29/internacional/1264762097.html)
Pero a lo que en realidad quiero referirme en este
artículo, además de a la cuestión jurídico-política de quiénes poseen –y quiénes
deberían poseer- capacidad de decisión sobre el poder militar y la declaración
de guerra en un estado de verdad democrático, es a la sistemática, continua y
publicitada imagen que da el rey Juan Carlos I, cúspide del poder militar en el
reino de España, cuando, sonriente, se fotografía junto a artilugios militares
de todas clases.
Ya sabemos que el rey de España, que debería ser
neutral políticamente hablando en todo momento, no lo fue cuando la ciudadanía,
en marzo de 1986, debía decidir sobre la entrada de España en la OTAN. Su afán
por entrar con todas las consecuencias en esta agresiva organización militar es
de sobras conocido. Por eso no sorprende mucho cuando, discursos navideños
ensalzando la Paz aparte, continúa dedicándose profusamente a dar propaganda a
las nuevas compras de armas (el nuevo portaviones que lleva su nombre, el carguero
estratégico A400M, etc.) para las aventuras militares del PSOE y del PP en
medio mundo.
1 unidad de este sofisticado helicóptero de guerra puede
llegar a costar entre 22 y 25 millones de euros dependiendo de los mecanismos que
se incorporen a cada unidad… 38 unidades X 22 millones c.u. = 836 millones de
euros, que muy fácilmente pueden convertirse en más de 900 millones si se suman
los intereses de la segura deuda que se generará.
El rey de España, por tanto, es el primer dedicadísimo
valedor de una política de Defensa volcada en el rearme, el intervencionismo
militar de la mano de la OTAN, el aumento de los gastos militares, el aumento
de la producción y el comercio de armas, la instalación del escudo antimisiles
en la base de Rota, el tratado bilateral con EE.UU., etc. Es una de las piezas
claves, obviamente no la más importante si se le compara –por ejemplo- con la
pujante fuerza del lobby industrial militar en la España de hoy, de una opción
armamentista y belicista del estado español más sujeto a las directrices del
Pentágono que hayamos visto desde 1975 hasta aquí.
Tanto el PSOE como el PP como otras fuerzas políticas
nacionalistas, aplauden y actúan on line
con estas funciones bélicas del rey Juan Carlos, reconocidas en la Constitución
que ahora rige. Véase si no esta crónica sobre lo que ocurrirá en la próxima sesión
parlamentaria de aprobación de los 1.783 millones de euros para, sobre todo, el
avión militar Eurofighter: http://www.teinteresa.es/politica/defensa/Morenes-defendera-Congreso-ampliacion-Defensa_0_775122807.html
Se ve que lo que preocupará en el
debate parlamentario sobre este nuevo pelotazo
del gasto militar español no será el gasto militar propiamente dicho y sus duros
efectos sociales, sino simplemente el resultado mediático del espectáculo
gallístico de a ver quién, ante la opinión pública, se lleva el gato al agua
aparentando mejor que, en época de severa crisis, controla mejor la compra de
juguetes de guerra. Intuyo que el sr. Pedro Morenés, ministro de Defensa que
concita pocas simpatías en todo el país, se va a llevar una tunda política inolvidable
–aunque, desgraciadamente, sin consecuencias eficaces- de otras fuerzas
políticas. Esperémoslo.
Al rey de España, lo mismo que a José
María Aznar y a Tony Blair, la Historia no le enjuiciará bien porque no es una
persona, creo que no merece la pena extenderse más al respecto, que destaque
precisamente por promover la Paz entre los pueblos. Juan Carlos I es, ya sé que
resulta muy obvio, un rey que representa más los intereses bélicos de los
poderosos y de la OTAN que los de sus empobrecidos súbditos…
Su fortuna personal (estimada en nada
menos que 1.700 millones de euros: http://blogs.20minutos.es/arsenioescolar/2011/12/28/ahora-la-fortuna-personal-del-rey/),
su extrambótico “porqué no te callas”,
el caso Urdangarín, la caza de elefantes, etc., le han colocado en el filo de
la navaja mediática, política y social. Pero el rey de España, que fue nombrado
en 22 de julio de 1969 por Franco como su sucesor en la Jefatura de Estado, tiene
un contencioso con la democracia mucho más profundo que todo eso: que no está
cumpliendo el papel que se supone que debería cumplir, a saber, el de favorecer
la Paz y la justicia social.