jueves, 17 de octubre de 2019

La extrema violencia en la que vivimos (y que acabará con nosotros)..

Mucha gente trabajadora, honesta, responsable, se sobresalta, azuzada por las técnicas mediáticas del enfoque de cámara directo de los contenedores ardiendo en las calles de Barcelona, por la situación a la deriva en Cataluña. Otros, gente no menos honrada y valiosa, miran con estupor lo que ocurre en Siria, en Ecuador, en Palestina, en Venezuela. Otros, muchos millones, observan en zozobra cómo el cambio climático avanza sin que las autoridades busquen soluciones serias. La insufrible violencia machista asola las calles de España sin miramientos. Las convulsiones de todas clases y en todas direcciones son permanentes, hondas, cuajadas todas ellas en violencias profundas. El espectáculo es increíblemente dantesco, sórdido y peligroso.

Con mi hijo de 16 años me siento a ver la tele... la exhibición de violencia es ABSOLUTAMENTE PERMANENTE y escapa a cualquier capacidad de resistencia ética y psicológica. Al gobierno le importan los contenedores que se queman en Barcelona, pero no le importa participar con la flota americana en el Golfo Pérsico o construir una flota de guerra para Arabia Saudí. Si la vicepresidenta Carmen Calvo un día tiene que hablar de la gran importancia galáctica de la educación para la paz lo hará con un traje de flores y una sonrisa...

Recuerdo la película El último samurai donde una banda sonora poética muy conseguida justifica el ardor de los guerreros más sanguinarios. Recuerdo Avatar donde criaturas armónicas y espirituales acudían a la guerra para defenderse de los malos... y tantísimas y tantísimas otras historias, enseñanzas, códigos, referentes, legislaciones, donde matar en masa al enemigo está permitido y es heroico.

Ninguna persona sana puede resistir este clima de amenazas y violencias reales, esta situación de exhibicionismo de la violencia permanente, esta pedagogía perpetua de la destrucción del enemigo o la muerte propia. Nuestra Cultura está fraguada en la violencia. Auschwitz no sirvió de nada. No nos está matando el cambio climático, sino nuestra más profunda y peligrosa estupidez.