domingo, 29 de noviembre de 2015

El belicismo absoluto de la derecha.


Los debates públicos que están teniendo lugar confrontan, según los medios, a dos posiciones: un "buenismo pacifista de la izquierda" que no quiere ver que "estamos en guerra", y un belicismo absoluto de la derecha que, a cara descubierta, aunque temerosa por ciertas consecuencias electorales, clama -vehementemente y sin descanso- por la intervención militar en cualquier punto del globo donde pueda decirse que hay "terrorismo".

Ciertamente, desde los atentados de París "estamos en guerra" por obra y gracia de unos medios de comunicación que, fieles correas de transmisión de los gobiernos de la OTAN, adoctrinan, jalean, imponen ideas, machacan a los disidentes, ningunean la contestación social, etc. El militarismo más puro y más duro, con la coartada del "antiyihadismo", trata de ganar posiciones y doblegar de una vez para siempre al NO A LA GUERRA que recorrió las calles de España en 2003. El esperpento vocinglero y mentiroso de la derecha llega a decir que España no estuvo en la guerra de Irak:


La situación no es solamente demencial por cuanto se está dentro de un vórtice de confusión, miedo, agresividad, intereses políticos, dolor, etc., sino también porque el encontronazo de Rusia con los países de la OTAN en Oriente Medio podría acabar en un conflicto armado internacional de consecuencias tan imprevisibles como horribles, traspasando con mucho la carnicería que se vive en Siria.

La clave de todo sigue siendo la misma que ha sido a lo largo de toda la historia de la humanidad: optar por la Paz (lo que no debe ni puede significar impunidad para los asesinos que han cometido actos execrables en París) o bien optar por la guerra. 

En cada uno de los debates de la televisión y la prensa se discute -lo que me parece muy bien- sobre cómo parar las guerras y los terrorismos, y casi en cada uno de ellos se tacha a los pacifistas -lo que ya no me parece bien- de inocentes, de irresponsables, de ignorantes de la realidad, etc. Sin embargo, los gobernantes, los generales, los dueños de los medios de comunicación, los vendedores de armas, quienes vociferan sobre el honor y la supuesta justicia reparadora que traen las bombas, aquellos que, sin más, quieren arrastrar a todos a desatar las emociones vengativas, siguen sin poder responder a la cuestión central que está sobre la mesa: ¿no se ha comprobado ya en Irak y Libia que la opción por la guerra, los bombardeos, las ocupaciones, el militarismo más pedestre, etc., no traen más que una intensificación de los actos terroristas?.

La respuesta a esa pregunta es muy sencilla: los que alardean de ser ellos los guardianes de la Democracia quieren un estado permanente de guerra en el que las únicas leyes que se apliquen sean las que se disparan desde los cazabombarderos y los barcos de guerra... algunos a mandíbula batiente (Mariano Rajoy), otros con aparente pesar (Pedro Sánchez), otros por supuesta responsabilidad (Albert Rivera)... todos ellos con el deseo confeso de "defender los intereses europeos" (sobre todo los económicos).

Nunca ha estado tan claro como ahora que cuando hay crisis económica y asciende el poder de la izquierda, de los trabajadores, de las reivindicaciones sociales, el poder de todo el pueblo que sabe ver con claridad la estafa de la crisis y los duros recortes practicados, los poderosos airean inmediatamente el estado de guerra, el recorte de libertades, la represión de la disidencia, el racismo y la xenofobia. Nunca ha estado tan claro como ahora que es el momento de posicionarse a favor de un nuevo modelo de relaciones internacionales que supere el caos permanente que el PSOE y el PP nos proponen: la guerra por todo el mundo, el autoritarismo exacerbado, el estado de sitio, la omnipresencia del estado, los desfiles militares, los valores de la violencia...

Me llama extraordinariamente la atención que algunos de los que se oponen a las guerras -como la que ahora quiere organizar Francia en Oriente Medio-, Pablo Iglesias por ejemplo, hayan dicho -quizás para aparentar que no son "buenistas"- que les parece que hay algunas guerras justas: pararle los pies al fascismo, a Hitler, a mediados del siglo XX, por poner un caso [una guerra que causó 40 millones de muertos]. Pero -sobre todo debido a los avances tecnológicos militares- hoy el camino de las guerras justas, un camino nada "buenista", también podría terminar en un abrir y cerrar de ojos con todo el planeta.

La supuesta justicia de algunas guerras, o la defensa de los derechos humanos de Europa, etc., etc., ¿a dónde nos llevará en un mundo con crisis ecológica, demográfica, energética, política, económica...?. La creencia de que la guerra [justa o injusta] soluciona los problemas es mucho más utópica, mucho más irresponsable y, obviamente, mucho más destructiva que la realista exigencia de construir un nuevo modelo de relaciones internacionales no basado ni en la fuerza militar ni en la inhumana depredación de los más empobrecidos del mundo a manos del modelo occidental de consumo.