Más que nunca el rey Felipe VI, hijo de Juan Carlos I El Depuesto, ha querido subrayar en su "mensaje de Navidad" (menos mal que estamos en un estado aconfesional...) la unidad imperial de España y lo mucho que hemos conseguido (https://diario16.com/la-fortuna-del-rey-emerito-secreto-estado-celosamente-guardado/) desde 1978 hasta aquí. Sobre todo ha querido, nervioso, reiterarnos su mensaje desde hace 5 años acá que nos está dando la vara: yo soy la paz, la luz, la concordia, El Único, sin mí os quedaríais o en manos de los radicales o en manos de los inmovilistas, yo soy El Bien. Entre líneas, su tétrico mensaje es claro como el agua: si me deponéis volveremos a la guerra civil y a la desmembración de España, sin mí no es posible la convivencia entre españoles, sin esta Constitución donde yo soy la clave de bóveda todo sería insolidaridad y caos...
"Y de entre esos valores, quiero destacar en primer lugar, el deseo de concordia que, gracias a la responsabilidad, a los afectos, la generosidad, al diálogo y al respeto entre personas de ideologías muy diferentes, derribó muros de intolerancia, de rencor y de incomprensión que habían marcado muchos episodios de nuestra historia.
En segundo lugar, la voluntad de entendimiento y de integrar nuestras diferencias dentro del respeto a nuestra Constitución, que reconoce la diversidad territorial que nos define y preserva la unidad que nos da fuerza.
Y en tercer y último lugar, la defensa y el impulso de la solidaridad, la igualdad y la libertad como principios vertebradores de nuestra sociedad, haciendo de la tolerancia y el respeto manifestaciones del mejor espíritu cívico de nuestra vida en común".
La "casa real", de orígenes celestiales divinos pero que percibe terrestres beneficios de los presupuestos del estado, sabe que está en la cuerda floja y aprovecha la crisis catalana para lanzar su más espantosa profecía apocalíptica: otra concepción y práctica de una estructura estatal diferente nos llevaría a una guerra entre españoles; yo soy la garantía de la paz.
Este anacrónico "mensaje de Navidad" (https://www.casareal.es/ES/Actividades/Paginas/actividades_discursos_detalle.aspx?data=6216) no solo es amenazante y poco democrático (ya que solamente busca la autoafirmación al margen de los procedimientos democráticos de elección de un jefe de estado), sino que nos retrotrae continuamente y sin pudor al núcleo del conflicto constitucional español, a saber, el carácter fundante de la victoria franquista en la guerra civil, o dicho de otra manera: cada vez que el rey abre el pico en su "mensaje de Navidad" viene a decir: yo soy la solución eterna, irreemplazable, para evitar una nueva guerra civil, lo que Franco dejó dicho no puede ser puesto en duda, una cosa es que su momia salga de Cuelgamuros y otra cosa es que salga yo a Estoril otra vez. Ver al rey y ver a Franco en el discursito de Navidad es uno y lo mismo: "concordia", "25 años de paz" y los que te rondaré, morena.
El "mensaje de Navidad" del rey Borbón de turno me recuerda siempre lo mismo, a saber, que el legado franquista no se toca. En cierto modo, me alegra que se retrate cada 24 de diciembre ante lo evidente, ante lo que jamás logrará borrar de la memoria de nadie: que, excepto un dictador, ningún español lo ha elegido como jefe de estado y jefe de las fuerzas armadas. Como en el referéndum de la OTAN de 1986, el PSOE lo ha bordao: saco la momia del Valle de los Caídos, pero dejo intacto a quien la momia eligió.