jueves, 7 de noviembre de 2013

La finca Las Turquillas para el pueblo, y las bases militares desmanteladas.


Es un hecho sabido que Andalucía padece una severa militarización de su territorio: grandes bases militares, la Legión en Ronda y Almería, importantes fábricas de armas (como el costosísimo avión de guerra A400M o los buques de “acción marítima”) en Cádiz y Sevilla, sofisticadas instalaciones para el diseño y construcción de drones de guerra en Huelva, baterías de misiles en las costas de Cádiz, maniobras navales en la zona del Estrecho, atraque de submarinos nucleares en Rota y Gibraltar, etc. Pero este fenómeno es algo más que un rosario interminable de instalaciones de “prohibido el paso, zona militar”.

La intensa servidumbre militar que se sufre aquí es un fenómeno que tiene una doble dimensión conocida: el territorio de Andalucía posee un alto valor geoestratégico por ser llave entre el Mediterráneo y el Atlántico y, al mismo tiempo, Andalucía es una comunidad autónoma con fuertes necesidades sociales y niveles de desempleo muy altos. Como decimos aquí, medio en broma medio en serio, se junta el hambre con las ganas de comer… es decir, la militarización tan severa es posible porque un sector de andaluces se agarra a un clavo ardiendo (los pocos puestos de trabajo que crea la militarización) para poder sobrevivir.

Para los intereses militares, que Andalucía esté sumida en la desesperación económica es un aval seguro y una gran oportunidad de negocio. Por su parte, la Junta de Andalucía, aunque se llena la boca hablando de Cultura de Paz, ha sucumbido al negocio de las armas financiando directamente una parte del polo aeronáutico militar en Sevilla, apoyando el escudo antimisiles en Rota, etc. La Junta de Andalucía está dinamitando, con frialdad e hipocresía, las profundas raíces de Paz de nuestra cultura. Esto, que a muchos no nos pasa inadvertido, es un asunto económico y político de enorme relevancia, pero también de un intenso simbolismo que afecta negativamente a nuestra esencia identitaria y cultural.

En este contexto, aquí someramente descrito, los conflictos, por supuesto, están asegurados. La multitudinaria respuesta de la ciudadanía contra la presencia del submarino nuclear averiado Tireless en Gibraltar, o las anuales marchas contra las bases militares, o las numerosas protestas de los ayuntamientos contra las servidumbres que provocan las instalaciones militares o los negocios especulativos de Defensa, etc., demuestran que no es poca -a pesar de la ferocidad con que se despliegan los intereses militares en la zona- la conciencia colectiva ante el problema.

Y también aquí hay que enmarcar, claramente, la represión política a la que se están viendo sujetos los compañeros del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) que este lunes día 11 y martes día 12 van a ser procesados por el aparato judicial por haber ocupado la finca militar Las Turquillas (en la provincia de Sevilla) en el verano del año pasado. Pedir de manera pacífica la desafectación militar de esa finca infrautilizada y poder así transformarla en una cooperativa agraria es algo que los poderosos no solamente no quieren consentir, sino que están dispuestos a sancionar duramente con multas, penas de prisión, etc. Vincular directamente la holganza militar con las reivindicaciones de trabajo y dignidad de Andalucía es un mensaje reivindicativo que los poderosos van a intentar castigar. Los militares son aquí algo mucho peor que los terratenientes… son los que deciden ahora si grandes cantidades de dinero se destinan o no a Navantia (astilleros en la Bahía de Cádiz) o a Airbus Military (Sevilla), etc. Son la gallina de los huevos de oro; y el aparato político-judicial que sustenta el poder de la Junta de Andalucía y el poder económico en la comunidad intentarán caer, con todo su represivo peso, sobre esta lucha social que se ha atrevido a señalar al más taimado de los señoritos andaluces: el Ministerio de Defensa.

 La información al respecto puede verse en:



Con la reivindicación de Las Turquillas (una finca prácticamente inservible para Defensa que, en manos de los trabajadores, podría dar muchos puestos de trabajo), los trabajadores del SAT no solamente están denunciando la cómplice falta de voluntad política en arreglar el problema del paro; también están señalando hasta qué absurdos límites  llega la militarización de Andalucía… Es decir, están, también, directamente, exigiendo una desmilitarización de la comunidad autónoma, están mostrando cómo los militares despilfarran los recursos económicos que deberían destinarse a crear empleo.

Este es uno de los temas de fondo por los que van a ser procesados.

Mostremos públicamente nuestra solidaridad con esta acción del SAT que, pacíficamente, reivindica Las Turquillas y expresemos nuestro rechazo a que sean castigados por el Ministerio de Defensa y quienes, desde la Junta de Andalucía, siguen sin querer adoptar medidas concretas para crear empleo y frenar la militarización de nuestra comunidad.