TRANQUILAMENTE, LAS
ÉLITES NOS CONDUCEN A OTRA CARNICERÍA.
Las élites -cuyo incontestable poder es prueba de la antidemocracia radical en la que vivimos- van preparando tranquilamente, paso a paso, un escenario internacional de carnicería sin precedentes. Lo hacen despacio por un motivo: necesitan un poco de tiempo para convencer a las grandes masas de que, aunque parezca paradójico, sacrificar decenas de millones de seres humanos y degradar el medio ambiente hasta límites desconocidos es necesario. Es decir, están fabricando el consenso necesario para proceder a un holocausto más. Sin esta etapa previa de fabricación/obtención de consenso no se atreverían a usar armas de destrucción masiva. La coartada para atacar “defensivamente” los primeros y vencer, al coste que sea, es imprescindible para luego justificar las decenas de millones de muertos y el colapso medioambiental consecuente. La modernización de los arsenales nucleares es una realidad que venimos observando desde la caída del muro de Berlín hasta nuestros días.
Pero nada de lo que
ocurre alrededor de Ucrania y la criminal agresión de Rusia a un país soberano
es nuevo. Viene de antiguo y se llama Guerra Fría. Es una vieja dinámica de
mutuas y permanentes agresiones lo que ahora está escalando hacia una situación
más allá del vértigo. Las agresiones político-militares de la OTAN avanzando
sus fronteras operativas hacia el Este lo dicen todo. Putin, que ha cercenado
cualquier atisbo de actividad política democrática en Rusia, es un producto
meticulosamente construido por Occidente y la OTAN. Su petromonarquía autocrática
ha dado mucho juego no solo a cierta oligarquía autóctona, sino también a otros
intereses energéticos del capital europeo.
Pero, ¿y España?, ¿qué
está haciendo España en este contexto internacional viejo y violento?. Pues la
respuesta es sencillísima y la conocemos todos: obedecer las directrices del
Pentágono. Es decir, nada nuevo, nada que no venga haciendo desde que Franco
firmara los acuerdos de apoyo político a cambio de las bases en los años 50.
Pero además, España: a)
tiene desplegados miles de militares en más de 15 conflictos internacionales,
b) aumenta su presupuesto militar mucho más allá del máximo, c) pacta con
Estados Unidos la ampliación técnica militar de las bases de Rota y Morón
(aumento de 4 a 6 destructores en la base de Rota), d) no firma el tratado de
prohibición de armas nucleares, e) exporta una flota de guerra a Arabia Saudí,
f) da cuerda a los espasmos gorilescos de Borrell, g) se embarca en un
armamentismo brutal (desfiles militares continuos, base militar de Córdoba,
ejercicios, industria militar recrecida, acuerdos con la banca para sufragar
armas de guerra…), h) desarrolla una política exterior donde los DDHH no importan (venta del Sahara a Marruecos), i)
activa una propaganda de guerra sin precedentes (“la guerra es la paz” todos
los días en el telediario), j) organiza la reciente cumbre de la OTAN en
Madrid…
España está, desde hace
tiempo, “en modo guerra”. La última muy exitosa operación del estado español (el
más sonado éxito de Margarita Robles) ha sido convertir el NO A LA GUERRA en
solamente un apoyo a las víctimas de Ucrania... Ha segado toda oposición social
crítica a la guerra manipulando limpiamente el NO A LA GUERRA y convirtiéndolo
por la cara en un TODO POR UCRANIA, machacando o demonizando como cobardes o
quintacolumnistas a todos cuantos se han atrevido a añadir que el envío de
armas a Ucrania y el apoyo a la OTAN no conducen más que a una Tercera Guerra
Mundial (que es la situación en la que estamos). La situación de Podemos como
socios de gobierno del PSOE ha debilitado mucho la respuesta social contra la
guerra. En 2003 el PSOE se volcó contra la guerra del Golfo promovida por Aznar
y el abrazo de la Azores, pero ahora se lanza a la guerra a favor de Zelenski y
la OTAN. Las consecuencias de todo esto son obvias: nula capacidad de las
organizaciones sociales de izquierda para articular un potente movimiento de NO
A LA GUERRA. La televisión y los medios pro sistema hacen, perfectamente, el
resto. Por su parte, el movimiento antimilitarista propiamente dicho no puede
hacer nada, y de hecho no lo está logrando, contra ese muro.
Pero las organizaciones
de izquierda, me refiero a las que no dependen políticamente del PSOE, están en
la obligación -y tienen en estos momentos en sus manos- una inmensa
responsabilidad: convocar inmediatamente movilizaciones ciudadanas en favor del
NO A LA GUERRA. Si no convocan estas urgentes movilizaciones su crédito político
será absolutamente cero. Aunque el movimiento antimilitarista y pacifista tiene
sobrada razón (el envío de armas a Ucrania por parte de España es un gravísimo
error), se necesita que otras grandes organizaciones de izquierda se impliquen ahora
mismo en la contestación a la guerra.
El endemoniado contexto
internacional de capitalismo globalizado, la galopante degradación
medioambiental, la lógica militarista de las armas nucleares, el crecimiento de
la pobreza y la desigualdad en el mundo, el colapso energético, etc., todo
apunta a un cataclismo monumental, bélico, si no somos capaces de parar esta
guerra ahora. Las frases apocalípticas de Borrell (hemos de dejar de ser
hervíboros para pasar a ser carnívoros… ) apuntan, con claridad, a que la élite
de la UE se ha entregado al militarismo más atroz. Si se produce el biocidio de
un holocausto nuclear, toda esa política militarista del estado español será
recordada por nosotros y nosotras y les serán exigidas responsabilidades a
estas élites tan salvajemente irresponsables.
Kenzaburo Oé escribió: "Era un tiempo de muerte. Igual que
un prolongado diluvio, la guerra descargaba su locura colectiva, que tras
invadir el cielo, los bosques y las calles, había penetrado en las personas
para inundar hasta los más recónditos recovecos de sus sentimientos" (en “Arrancad
las semillas, fusilad a los niños”, 1958). Sí, que quede claro lo que
quiero decir con este escrito: para nuestras élites, Auschwitz fue un simple
juego de niños. Con absoluta tranquilidad, preparan lo peor, incluida su
impunidad.