Sr. Juan del Río, Arzobispo
General Castrense de España, le escribo esta carta abierta con motivo de la
celebración en esta última semana de mayo del Día de las Fuerzas Armadas.
Como yo vivo en Jerez y usted ha
sido Obispo de Asidonia-Jerez le conozco un poco, aunque no personalmente, por
sus escritos publicados hace pocos años en la prensa local, por su trayectoria
eclesiástica, etc. Sin ánimo de zaherirle le digo claramente que su antecesor,
el recordado obispo Rafael Bellido, sí conectó de verdad con la ciudadanía (además
de con sus feligreses) y una gran parte del pueblo sentía un gran respeto por
este hombre afín, me parece, a las ideas más o menos progresistas del papa Juan
XXIII. Sin embargo usted –según se dice aquí– no logró esto y algunos, estoy
seguro que no le extrañará que se lo diga, opinan también que nuestra ciudad y
sus graves problemas no pasaron más allá de ser para usted un escalón más en su
exitosa carrera eclesiástica. No dudo que haya hecho usted algunas cosas
positivas en mi ciudad, pero supongo que sabe cuál es el recuerdo –digamos un
tanto ‘formal’– que de usted se tiene aquí.
Respecto a mí -que, lo reconozco,
tampoco he hecho grandes cosas por mi ciudad- me presento a usted rápidamente:
no soy cristiano, participo en el movimiento pacifista y mis puntos de vista
están recogidos en este modesto blog: http://noviolencia62.blogspot.com.
Sepa también que tengo muchos y buenos amigos y amigas cristianos y cristianas
en Jerez, los cuales trabajan ejemplarmente –en medio de un tsunami social sin
precedentes– por una sociedad más justa, solidaria y en Paz. Por estas personas
siento un gran respeto y afecto, ellos y ellas lo saben y yo se lo digo a usted
aquí.
Bien, no le entretengo más con
presentaciones, aunque las consideraba necesarias para situarnos y para situar
al lector/a de esta carta.
He leído en su web (http://arzobispadocastrense.com/arzo/)
que dio usted una charla, reseñada en un periódico bajo el llamativo título de
“Las armas de Dios”, en Gijón el
pasado día 22 de mayo donde dijo que “hoy
en día los militares son los centinelas de la paz”, así como que usted se
siente orgulloso de pertenecer a las Fuerzas Armadas y que “la muerte de Dios es la consecuencia del
servicio a otros muchos dioses, como el dinero, el consumo, el placer… y del
culto a la razón, que nos ha llevado al nihilismo. Sólo la cultura de la verdad
y el amor podrá llenar el vacío creado por la posmodernidad”. La cultura de
la verdad y el amor dictada por la Conferencia Episcopal Española, supongo… Por
otra parte, ¿no muere Dios, también, cuando sus hijos -sean del bando que sean
y ya civiles o militares- mueren a decenas de miles en Libia, Afganistán, Irak…?,
¿puede construirse la cultura de la
verdad y el amor a base de bombardeo tras bombardeo?, ¿no es la guerra el
peor ‘culto a la razón’ imaginable, señor?.
En fin, no me extrañan las ideas
y sentimientos expresados por usted en esa conferencia (que sólo conozco por la
reseña aludida) sobre la cultura del amor; lo mismo que no ignoro el significado
político de sus palabras en la visita que realizó al ejército español
desplegado en Herat (Afganistán) en noviembre de 2009 donde animó “a todos a seguir en el empeño de trabajar por la paz y la
justicia de los pueblos". Una crónica periodística de esta visita decía: <<Una
nota del arzobispado castrense ha querido destacar la fiesta de Cristo Rey del
Universo celebrada este domingo, "en
cuyo prefacio se subraya precisamente las características de su Reinado:
Justicia, Amor y Paz, elementos que sin duda animan a nuestros soldados">>.
También le he oído atentamente en
un vídeo [http://www.youtube.com/watch?v=aQ3ttcBIt40:
“Iglesia y Ejército”] en el que usted hace una defensa cerrada de las intervenciones
militares de España en Líbano, Afganistán y frente a las costas de Somalia. Me
sorprende un poco –pero no mucho– oírle decir, sonriente, que las Fuerzas
Armadas no hacen la guerra sino que se dedican a “defender a España”, llamar a los militares “guerreros de la paz” y “guardianes
de la paz”, que los enemigos de España en Afganistán podrían amenazarnos
directamente si no nos defendemos ahora... etc. Especialmente, me ha llamado la
atención en este vídeo cómo narra usted el encuentro internacional de
capellanes castrenses, tratando de dejar claro que también otras religiones procuran
a sus ejércitos unos servicios religiosos… como si todas las confesiones, Dios
mismo en suma, aprobasen las guerras como una forma inevitable de resolver los
conflictos humanos.
Bien, el caso es que intento
transmitirle mediante esta carta algunas cosas muy concretas que paso a enumerarle:
1º.- mi desacuerdo con respecto a su posición (la de la Conferencia Episcopal
Española) de claro apoyo a las directrices belicistas que la OTAN impone a
España, 2º.- mi estupor por su discurso evangélico, en el que el amor cristiano
y la defensa armada de los ‘valores democráticos’ aparecen como, prácticamente,
la misma cosa, 3º.- mi denuncia de su insistente e inquietante apuesta por la
guerra como única opción para llegar a la Paz, 4º.- mi disgusto al comprobar
cómo su representante, el vicario general de la Marina de Guerra, el sacerdote
D. Javier Orpinell, bendecía a primeros de octubre de 2010 esa costosa arma para la Paz que es el nuevo
portaviones Juan Carlos I (con un coste de 400 millones de euros), 5º.- mi
desagrado al ver cómo, de un modo que de verdad considero completamente
innecesario, la Legión acude a actos religiosos como, por citar sólo el caso
más conocido, la procesión de Semana Santa del Cristo de la Buena Muerte en
Málaga o a actos en su catedral (http://www.diariosur.es/v/20110817/malaga/legion-trae-colas-20110817.html),
6º.- mi desacuerdo con la financiación por parte del Ministerio de Defensa del
inmueble que usted ocupa en c/ Sacramento (Iglesia Catedral de las FAS,
Madrid), 7º.- mi deseo de que, mientras no sean suprimidos por ley los vínculos
entre Iglesia y Ejército (como ya se hizo en la IIª República por Ley de 30 de
junio de 1932), sea usted sustituido en su cargo por otra persona que, al
menos, no sea tan celoso defensor de la idea, me parece que poco acorde con el
mensaje de Paz de Jesús, de que la fuerza de las armas es la “garantía de la paz” -según sus
palabras-.
Obviamente, tengo el sincero
convencimiento de que usted, a pesar de su poco meditado discurso a favor de
los “guerreros de la paz”, aborrece
las guerras y la destrucción de toda vida humana, lo mismo que, no lo dudo, la
inmensa mayoría de los militares. Pero le considero, en toda regla, un
adversario político a quien expresarle decididamente, como hago a través de
esta carta, mi más firme desacuerdo (a sus ideas). No es un rechazo a usted
como persona ni a las personas que componen las Fuerzas Armadas, sino
exactamente a esa forma de pensar que usted defiende sin tapujos (que el
armamentismo y las guerras –la “Defensa”, según su enfoque– son las que “garantizan la paz”) y que, en mi
opinión, ha conducido a España a convertirse en la 6ª potencia exportadora de
armas del mundo o a instalar en la Base de Rota un sistema de armas nucleares
(el escudo antimisiles lo es en la medida en que está concebido también para
una guerra atómica) o a implicarse en numerosos conflictos (como el de Libia)
en donde podríamos y deberíamos haber adoptado medidas de Paz de las que usted,
me parece, jamás habla.
No sé si participará o no usted
en Valladolid el próximo sábado 2 de junio en los actos centrales del Día de
las Fuerzas Armadas. Si lo hace, no tengo esperanza de que hable usted de la
Paz que no se construye con las armas, o de la reconciliación en la justicia, o
del desarme, o de la dudosa moralidad de mantener gastos militares inmensos en
épocas de crisis, o de seguir implicados en la fabricación de costosísimas
armas como el avión A400M (que no sé si ya habrá bendecido usted en algún
evangélico acto)… no, no tengo ninguna confianza en que usted, con el mismo
valor que Jesús habló de la Paz, se posicione claramente frente a las guerras.
Entonces, al menos, le pido que cuide mínimamente su lenguaje en el sentido,
sobre todo, de no querer convencer a la sociedad de que “tenemos que defendernos”, cuando son los países occidentales los
que están arrasando a otros países, con el poder de nuestras sofisticadas armas,
para “garantizar”, según usted, la
Paz. Ya le he dicho que yo no soy cristiano, pero tengo la certeza, por
cristianos y cristianas amigos míos, de que ese planteamiento suyo (y de la
Conferencia Episcopal Española) es absolutamente ajeno al mensaje de Jesús.
Usted ha escrito estas palabras:
“Las consecuencias de la cultura del
vacío llevan al ofuscamiento de la conciencia, no hay búsqueda de la verdad, se
cae en la mentira y la codicia, y produce terrible soledad colectiva… La
cultura del vacío cercena la esperanza, crea miedo al futuro y pánico a la
muerte”. Yo le escribo, en forma de interrogantes, estas otras quizás más sencillas
de comprender: ¿no serán sus ideas sobre la guerra y la Paz las que podrían conducirnos,
más directamente, al vacío y al pánico?, ¿o es fiable una jerarquía
eclesiástica –aparatosamente apegada a los intereses de los poderosos– que con
una mano predica el amor entre los hombres y con la otra se muestra tan complacida
con la defensa armada de los “valores democráticos” en todo el planeta?, ¿o
cuando matamos afganos o los afganos nos matan a nosotros el mensaje de
fraternidad de Jesús –que todos somos hermanos y que hemos de amar al prójimo–
queda eventualmente suspendido por obra y gracia de su peculiar enfoque
pastoral castrense?.
Bien, sé que se me nota demasiado
-desde el principio- cierta ira en este sentido escrito… y sé que la ira no es
buena compañera cuando de lo que se trata es de entenderse incluso con quienes
–como usted y yo– comparten, quizás, pocas cosas. Pero créame, mi intención no
es acusarle de nada. No le considero a usted malo y a mí bueno. De verdad, no
es así. En todo caso, no he querido amputar este escrito con ardides literarios
que ocultaran mi enfado con sus ideas políticas [enfado que también, si tiene
tiempo, puede comprobar aquí: http://noviolencia62.blogspot.com.es/2012/03/moral-de-sacrificio-no-cultura-de-la.html].
Le pido a usted paciencia con mis puntos de vista porque confío en que vea en mí
–aparte de a un oponente político– a una persona que respeta la vida humana (sin
ser creyente)... algo que sí debe unirnos fuertemente.
Señor, aunque mi cultura católica
es escasa, he sabido que en el epílogo de una carta que Pablo de Tarso dirige a
los efesios aparecen unos versículos que, en el ejemplar que tengo en mi casa,
con un nihil obstat de 1964, está titulado así: “Las armas del cristiano”. Al parecer, el apóstol Pablo le dice a
sus seguidores, precisamente tomando términos de la armadura de los soldados
romanos (que él conocía bien), que no usen otras armas que la fe, la verdad, la
oración, la justicia y “prontos para anunciar el Evangelio de la Paz”. Su
objetivo, yo creo que Pablo lo dice sin decirlo, es hacer saber a los
cristianos de entonces que la forma de oponerse a los romanos no es otra que el
camino espiritual del propio perfeccionamiento en la doctrina del amor de
Jesucristo. No sé si usted aprobaría esta interpretación mía del epílogo de
Pablo: que todo lo que se refiera a Dios y a los que lo aceptan en su corazón
es, precisamente, sin armas, es decir, en el amor, en la No-violencia. Pero
debo preguntarle, sr. Juan del Río, Arzobispo General Castrense de España, si
usted considera que los numerosos y mortíferos sistemas de armas comprados por
las Fuerzas Armadas españolas en estos años, sistemas que han generado una
deuda de 30.000 millones de euros [puede consultar por ejemplo: http://politica.elpais.com/politica/2011/08/12/actualidad/1313163003_049342.html],
tienen o no algo que ver con las “armas del cristiano” a que se refiere Pablo
de Tarso. Usted, que parece haber superado la posible contradicción entre el
quinto mandamiento y el ejercicio de su oficio de Arzobispo Castrense, se
muestra muy partidario de “defenderse” militarmente, pero ¿gastarse 12.000
millones de euros en 87 aviones letales, los Eurofighter, forma parte de la defensiva estrategia del amor a la que
usted se refiere en sus arengas? [consulte, si quiere, esta noticia sobre ese
avión de guerra en: http://politica.elpais.com/politica/2011/12/04/actualidad/1323028067_593751.html].
No se ofenda por el uso de la
palabra “arenga” en esta carta refiriéndome a sus puntos de vista castrenses.
La R.A.E. no dice de ese vocablo más que esto: 1. f. Discurso pronunciado para
enardecer los ánimos… y no me negará que dotar de
argumentario teológico a las aventuras bélicas del PSOE y del PP en Afganistán
no es, en toda regla, enardecer los ánimos… Yo creo que sí lo es. Claramente.
Qué lejos todo esto, señor, de la
ternura, la fraternidad y el amor que se desprende, por lo que sé, del mensaje
de Jesús de Nazaret. Menos mal que otros muchísimos cristianos en este país
denuncian con firmeza y valentía la locura armamentística en que se ha
embarcado el estado español y que a usted no parece preocuparle mucho. Se trata
de cristianos que o han sido insumisos (que el obispo Rafael Bellido apoyó
valientemente) o participan activamente, por ejemplo, en campañas de
concienciación frente a la financiación de armas nucleares, químicas o
biológicas por parte de la banca española.
Pero debo terminar ya esta carta.
Y lo hago diciéndole que tuve la gran suerte de conocer aquí en Cádiz a un
católico, ya fallecido, por quien siento, y muchos sentimos, un inmenso
respeto: Gonzalo Arias, autor de numerosas acciones públicas y libros
comprometidos con la Noviolencia. Probablemente usted lo conozca o, quizás,
haya leído algunos de sus pioneros trabajos. Bien, me despido de usted con
profunda tristeza (aunque decidido, como le he dicho, a oponerme públicamente a
sus ideas) y le dejo, para que las medite justo antes de su posible arenga [en
el sentido etimológico citado] del próximo sábado 2 de junio en Valladolid en
el Día de las Fuerzas Armadas, con dos preguntas de Gonzalo Arias, cristiano
ejemplar y pionero de la Noviolencia en España: “¿Es cierto, entonces, que los teólogos que han aprobado las distintas
formas de homicidio <<justo>> (guerra, legítima defensa, pena de
muerte a los criminales) lo han hecho bajo su propia responsabilidad y no como
desarrollo del evangelio?. ¿Es cierto, sí o no, que el sermón de la montaña se
presenta como una superación de la moral antigua, que admitía la licitud de
quitar la vida al enemigo?” (en Gonzalo Arias: “La no violencia, ¿proyecto
o reto?”, Ed. Manantial, Málaga, 2007, pág. 166).
Atentamente,
Cristóbal Orellana (Jerez)
[Viñetas de El Roto]