Las cifras de desempleo han subido hasta cotas explosivas; mientras los gastos militares no decrecen, los recortes en educación y sanidad sí empiezan a producir efectos socialmente muy graves; el gobierno cambia la Constitución sin referéndum ciudadano y trata de nombrar a dedo a un director de la televisión pública; los índices de pobreza avanzan en este país a una velocidad que sobrepasa todo cálculo; y, como guinda sobre un pastel, se amnistía a las fortunas ilegales de los ricos fraudulentos mientras se habilitan, a la vez, operaciones jurídicas y policiales que tratan de amedrentar la capacidad ciudadana de oponerse a todos estos brutales recortes sociales impuestos por un gobierno que obedece ciegamente... ¿a quiénes?.
Porque esta es, en mi opinión, la pregunta política clave que debemos hacernos y que debemos hacer al gobierno: ¿quién o quiénes están gobernando y defendiendo qué intereses?. Si la respuesta es que los que han sido elegidos a través de leyes electorales injustas están obedeciendo a otros que no han sido elegidos pero que son los que, mediante arteros mecanismos financieros, están imponiendo a la mayoría el camino a seguir, entonces nos hayamos ante una dictadura que viola con impunidad el derecho al trabajo, la salud, la vivienda, la educación de calidad, etc. El movimiento ciudadano 15-M ya lo ha dicho y dice sencilla y claramente: lo llaman democracia y no lo es.
Pero, ¿cuánto tiempo más podrá sostenerse una situación en la que la libertad y la dignidad de las personas -y de la sociedad en su conjunto- es manoseada con tanto descaro y peligro por unos cuantos enloquecidos que han logrado domeñar un Parlamento tras otro?, ¿cuánto tiempo creen los perpretadores de esta más que arriesgada, fría y hosca emboscada política y económica que la ciudadanía podrá aguantar la miseria que se les impone?. Esta es la pregunta fundamental que todos nos hacemos, incluidos los autores de este caos (que no rompen farolas ni lunas de bancos, sino países enteros...).
Y de esta pregunta derivan otras cuestiones, no menos fundamentales, como cuál es y hasta dónde llega la conciencia crítica de la ciudadanía, si tiene o no capacidad para desembarazarse de la incuria con que se le está acosando, etc. Por mi parte, y sin ánimo de hacer filigranas teóricas en plan sociólogo de salón, creo que toca que cada uno, en su fuero interno, se pregunte a sí mismo y a sí misma esto tan sencillo: ¿debo permanecer callado, bloqueado por el miedo y naufragando en la resignación, o debo acudir, acompañado de mis amigos y familiares, a las manifestaciones convocadas por las organizaciones sociales que piden libertad y dignidad?. Cada uno de nosotros debe optar por la pasividad y el miedo o por la libertad y la dignidad. Creo que no hay muchas más opciones. Este sábado 12 el movimiento 15 de mayo nos invita a responder desde la conciencia ciudadana y desde nuestra conciencia ética más elemental. Yo tengo claro lo que voy a hacer.