Es fácil: que vayan a las guerras los patrióticos miembros de las familias de los reyes, generales, presidentes, cardenales, altos magistrados, banqueros codiciosos, políticos papagayos, estraperlistas varios, fabricantes de armas, periodistas paniaguados, adoradores de trapos de colores... Que las disfruten o padezcan (a elegir) exacta y solamente los patrióticos miembros de esas familias de quienes las organizan o justifican o financian o jalean, etc.
Y así, de esta forma exacta, fácil e instantánea, desaparecerían las guerras para siempre, e incluso antes de comenzar, de la faz de la Tierra.
En vez de las carnicerías infinitas que hemos visto en el s. XX (y que seguimos viendo ante nuestros ojos cada día), no moriría nadie… básicamente porque los poderosos (esos que luego, compungiditos, acuden con flores a los cementerios de soldados desconocidos) sufrirían en sus carnes las consecuencias.
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