El coronavirus, al parecer una epidemia de origen natural sin relación con las armas bacteriológicas que poseen las superpotencias, entre ellas EE.UU. (https://blogs.publico.es/puntoyseguido/6402/los-ensayos-de-armas-bacteriologicas-de-eeuu-sobre-su-propia-poblacion/), se parece poco a la bomba atómica de Hiroshima, pues el virus ha causado "apenas" 200.000 muertos en un mes y medio en 185 países (https://as.com/diarioas/2020/04/25/actualidad/1587796219_588505.html), mientras que la bomba de Hiroshima causó en media hora al menos 80.000 muertos: https://elpais.com/elpais/2015/08/08/ciencia/1439021562_402040.html:
Sin embargo, a pesar de las grandes diferencias entre una cuestión y otra, es de algún modo comparable la acción humana negligentemente responsable que causa el mal, ya que en uno y en otro caso una acción previsora, humanista, inversora en sanidad, antimilitarista, ética e internacionalmente solidaria, habría impedido muchas muertes en las dos situaciones antes y después de que estallaran. La vida humana puede ser defendida, ante pandemias y ante guerras, si la mentalidad general fuera otra en la que no primara la banalidad del mal, la indiferencia ante los holocaustos.
Las noticias que corren en la red (por ejemplo: https://www.youtube.com/watch?v=A2ZyP8YOMdA, o https://www.youtube.com/watch?v=a26eBOpIELg, o https://www.youtube.com/watch?v=ud5Dhl9aH18) acerca de las posibles pandemias provocadas por las investigaciones biológicas con fines militares o fines comerciales, sobrecogen. En principio, las armas biológicas están prohibidas desde hace 45 años: https://www.un.org/disarmament/es/adm/armas-biologicas/.
Para evitar conflictos armados, ahora la ONU, no Trump, debería ser capaz de clarificar el cuándo, dónde y cómo de esta pandemia del coronavirus. Todas las armas de destrucción masiva deben ser abolidas, sin que yo esté asemejando simplistamente (como a veces sí parecen dar a entender las ruedas de prensa de los presidentes de los estados europeos con su repetitivo "esto es una guerra") esta pandemia con una estrategia militar ni comercial de ninguna empresa o estado. En caso contrario, si la ONU no aclara la cuestión, es obvio que las potencias podrían, llegado el caso de pandemias de origen desconocido, acusarse mutuamente, dispararse las tensiones y desatarse gravísimos conflictos armados de orden mundial.
Aparte de los conocidos intereses económicos, políticos y militares de unos y de otros, la pura estupidez humana está en la base de las armas atómicas, de las armas bacteriológicas y de las pandemias (cuyos efectos no serían los que son si muchos gobiernos, al amparo de la ONU, invirtiesen lo debido en investigación para la salud humana).
Sí, es obvio que una pandemia y un arsenal de armas de destrucción masiva (del tipo que sean) son cosas muy diferentes, pero hay algo que las une: la acción humana ética que podría evitar los mortíferos efectos de una y de otras. Porque no podemos olvidar que, cada año, mueren por gripe común entre 300.000 y 600.000 personas en el mundo (https://www.redaccionmedica.com/secciones/neumologia/la-oms-estima-que-la-gripe-provoca-650-000-muertes-anuales-en-el-mundo-8726), mientras que el gasto militar mundial ha crecido hasta cifras astronómicas, siendo el de EE.UU., el país que lanzó las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, de unos 700.000 millones de dólares anuales.
Dicen que el mundo postcovid-19 no se parecerá a este. Ojalá el cambio empiece por la desmilitarización del planeta y la abolición de todo tipo de armas de destrucción masiva.