domingo, 26 de noviembre de 2017

El pacifismo noviolento también es revolucionario, Amador.


El pacifismo también puede, pienso yo, ser revolucionario para el s. XXI. Por lo que me sorprende que Amador Fernández Savater no lo haya recalcado en su excelente artículo "Reimaginar la revolución" (http://lobosuelto.com/?p=13117). Aunque hay un par de párrafos donde Amador Fernández sí se detiene en considerar la importancia de no considerar al enemigo como un adversario a eliminar (la esencia del pacifismo noviolento):

<<En cambio, Gramsci propone una “inclusión subordinada” del adversario: ya no se trata de eliminarle, sino de poner su fuerza al servicio de otros fines (de otra visión del mundo). El anarquismo, tal y como lo explica Colson, funciona según una lógica “situacional” de la enemistad y el conflicto: no hay enemigo en lo absoluto, sino obstáculos a la propia potencia que aparecen en tal o cual situación. Amigo y enemigo (alianzas y obstáculos) dependen de la situación y pueden cambiar, redistribuirse de otros modos. Finalmente, los movimientos de mujeres no señalan al hombre como su enemigo, sino más bien a las condiciones y estructuras (patriarcales) que determinan y sostienen la desigualdad. Los hombres concretos pueden ser amigos y aliados.

Se trata de otro imaginario del cambio: ya no es la guerra de dos mundos entre los que hay un  antagonismo absoluto, sino que hay un “solo mundo común” en el que los diferentes tenemos que convivir en igualdad. El otro ya no es un Otro absoluto que se trata de excluir o eliminar, sino que estamos vinculados a él por una cierta relación de interdependencia y reciprocidad>>.

La aportación hecha por Gandhi al mundo -aunque sea importante señalar que Gandhi bebe en fuentes antiguas y solo aplica filosofías conocidas a un movimiento de desobediencia de masas del s. XX- tiene también no ya posibilidades revolucionarias, sino que ofrece vías concretas de abordar los conflictos políticos que pueden subvertir los parámetros convencionales de las revoluciones clásicas. La ética, la desobediencia, el trabajo interior y la visión sagrada de la vida pueden ser también herramientas revolucionarias para el siglo XXI cuando se trata de afrontar los grandes retos en los que ya estamos embarcados: cambio climático, guerras, crecimiento de la pobreza, explotación laboral, degradación ambiental, dictaduras, imperialismo de unos y otros, etc. También el movimiento ecologista ha puesto el dedo en la llaga sobre quiénes somos: una parte más de la Naturaleza (un dedo y una llaga DEFINITORIOS de la civilización actual y su futuro).

La violencia (la partera de la Historia a la que Marx se refería), una palabra que Amador cita solamente dos veces en su texto, es una cuestión central de todo proceso revolucionario. El pacifismo noviolento -del que el 15M se ha nutrido- podría aportar algo al nuevo imaginario revolucionario que Amador propone.