domingo, 16 de junio de 2024

Una peligrosa teoría de la creatividad humana.-

𝗨𝗡𝗔 𝗧𝗘𝗢𝗥𝗜́𝗔 𝗣𝗘𝗟𝗜𝗚𝗥𝗢𝗦𝗔 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗖𝗥𝗘𝗔𝗧𝗜𝗩𝗜𝗗𝗔𝗗 𝗛𝗨𝗠𝗔𝗡𝗔.-

         El ensalzamiento de la obsesión como razón de ser del impulso creativo (en arte o en ciencia) me parece socialmente, psicológicamente y éticamente un tanto pernicioso, además de cansino y triste.

         No quiero dejar de decir, en tono irónico, que quien ha escrito este artículo publicitario (El País, 15 de junio de 2024. pág.7) titulado “La obsesión: el impulso oculto que cataliza la innovación”, está, sin duda, obsesionado. Esto no es un piropo para el autor o empresa que ha pagado ese artículo en El País, sino un aviso de que el contenido de ese artículo podría ser fruto de, simplemente, intereses pecuniarios de fondo.

         A lo mejor, sin obsesionarse por retorcer el significado de las palabras para escribir un artículo publicitario (que trata, y lo logra, de llamar la atención como sea), 𝘀𝗲 𝗹𝗲 𝗽𝗼𝗱𝗿𝗶́𝗮 𝗰𝗮𝗹𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮𝗿 𝗮𝗹 𝗶𝗺𝗽𝘂𝗹𝘀𝗼 𝗰𝗿𝗲𝗮𝘁𝗶𝘃𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘀𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲 𝘀𝗲 𝗹𝗲 𝗵𝗮 𝗰𝗮𝗹𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮𝗱𝗼: decisión, proceso inspirado, entrega, pasión, afán, compromiso, apuesta, camino, voluntad, interés, determinación… ¿o acaso para crear hay que padecer una “obsesión” o ser “obsesivo”?. Qué tontería propia, seguramente, de quien no ha padecido una obsesión.

         Es cierto, y esto es sabido y repetido desde hace miles de años, sobre todo en la cultura griega, que algunos artistas están conectados de algún modo a la “divinidad”… una forma de hablar para referirse a una sensibilidad sin duda especial que es la base de la actividad creativa humana (poíesis). Pero, ¿𝗽𝗼𝗿 𝗾𝘂𝗲́ 𝗲𝘀𝗲 𝗲𝗺𝗽𝗲𝗻̃𝗼 𝗲𝗻 𝗰𝗼𝗹𝗼𝗰𝗮𝗿 𝗲𝗹 𝗮𝗰𝘁𝗼 𝗰𝗿𝗲𝗮𝘁𝗶𝘃𝗼 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗹𝗮𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗶𝗿𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗰𝗼𝗺𝗽𝘂𝗹𝘀𝗶𝘃𝗮 𝗱𝗲𝘀𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗼𝗹𝗮𝗱𝗮 𝗱𝗲 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗶𝗲𝗻 𝗾𝘂𝗲, 𝘀𝗲𝗴𝘂́𝗻 𝗲𝗹 𝗮𝗿𝘁𝗶́𝗰𝘂𝗹𝗼, 𝘀𝗲 𝗹𝗮𝗻𝘇𝗮 𝗮 𝗺𝘂𝗲𝗿𝘁𝗲 𝗮 𝗼𝗯𝘁𝗲𝗻𝗲𝗿 𝗹𝗮 “𝗲𝘅𝗰𝗲𝗹𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮”?, ¿este artículo publicitario es, aunque no se dice, un llamamiento de una empresa universitaria o centro de investigación a atraer “talentos”?.

         Todo esta cantinela de la “obsesión” suena, cómo no, al viejo Carlyle y su (este sí) obsesivo culto a “los héroes”: “Con la contestación a todas estas preguntas se nos da la clave de la historia del hombre o de la nación. Los pensamientos que tuvieron fueron los padres de las acciones que hicieron; sus sentimientos fueron los padres de sus pensamientos; lo invisible y espiritual en ellos fue lo que determinó lo actual y lo externo;—y el hecho grande con respecto a ellos fue su religión, como voy diciendo”.

         𝗟𝗼 𝗺𝗶𝘀𝗺𝗼 𝗲𝗹 𝗮𝘂𝘁𝗼𝗿 𝗮𝗻𝗼́𝗻𝗶𝗺𝗼 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗲 𝘁𝗲𝘅𝘁𝗼 𝗻𝗼 𝗹𝗲 𝗵𝗮 𝗲𝗰𝗵𝗮𝗱𝗼 𝘂𝗻 𝗼𝗷𝗶𝘁𝗼 𝗮𝗹 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗹𝗮 𝘀𝗼𝗰𝗶𝗲𝗱𝗮𝗱 𝗱𝗲𝗹 𝗰𝗮𝗻𝘀𝗮𝗻𝗰𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗕𝘆𝘂𝗻𝗴-𝗖𝗵𝘂𝗹 𝗛𝗮𝗻 (https://www.youtube.com/watch?v=qpsXmgJKwto), un libro que nos pone sobre aviso sobre la autoexplotación, el productivismo autoesclavizante y la depresión resultante de este atolladero psicológico demencial en que nos ha colocado el capitalismo de última hora para sacar rentabilidad ilimitada a nuestras vidas, robotizándolas. ¿O también hay que establecer, TODO POR LA EXCELENCIA Y EL AVANCE DE PROGRESO, una “obsesión creativa” -visión ultraproductivista de cada mente- en esta ya hace tiempo sociedad colapsada por el ideal de la utilidad y el beneficio y el provecho?, ¿es necesario inyectar el esquema enloquecidamente productivista -el estado obsesivo permanente por producir- a todo acto creativo?. Esta visión ya no cuela. Se le ve el plumero absurdo de la ideología dominante del psico-ultracapitalismo en que vivimos.

         Además, todo el mundo sabe que 𝗩𝗮𝗻 𝗚𝗼𝗴𝗵 𝗻𝗼 𝗽𝗶𝗻𝘁𝗼́ 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗹𝗼 𝗵𝗶𝘇𝗼 𝗴𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮𝘀 𝗮 𝘀𝘂 𝗲𝗻𝗳𝗲𝗿𝗺𝗲𝗱𝗮𝗱, 𝘀𝗶𝗻𝗼 𝗮 𝗽𝗲𝘀𝗮𝗿 𝗱𝗲 𝗲𝗹𝗹𝗮; y que no era “obsesión” lo que padecía, sino otras enfermedades mentales (entre ellas el trastorno bipolar) (https://www.lavanguardia.com/.../amsterdam-trastornos-van...)

         Naturalmente, no hay que negar que personas obsesionadas puedan crear arte y ciencia, catapultadas por su actividad mental compulsiva, pero de ahí a pretender que esa sea la raíz del acto creativo, así en general, va un abismo. ¿𝗤𝘂𝗲́ 𝗾𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮́ 𝘃𝗲𝗻𝗱𝗲𝗿 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗻 𝗵𝗮 𝗲𝘀𝗰𝗿𝗶𝘁𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗲 𝗮𝗿𝘁𝗶́𝗰𝘂𝗹𝗼 𝗽𝘂𝗯𝗹𝗶𝗰𝗶𝘁𝗮𝗿𝗶𝗼?. Porque obsesión por vender, quizás financiar proyectos a un buen tipo de interés, sí que hay en ese anónimo texto.

CRISTÓBAL ORELLANA GONZÁLEZ