LO QUE PIENSAN "LOS PACIFISTAS" Y LO QUE NO.-
Qué interesante articulito el de Manuel Vicent hoy en la
contraportada de El País, sobre todo quizás por esas sintéticas apreciaciones,
o interpretaciones, que hace acerca de lo que piensan “los pacifistas”. Porque
parece que se refiere a ellos (“los pacifistas”) como seres de otra galaxia…
colocando imperceptiblemente a los lectores y a "los pacifistas" (esos seres
extraños) en planetas diferentes. Qué maravillosa es la literatura, qué sutil.
El caso es, hablando en serio, que esa casi parodia del pensamiento de “los pacifistas” a un esquema hipersimplista de armas-ejércitos-guerras, me ha parecido de un reduccionismo preocupante; como si el objetivo, no confesado, del articulito fuera (a lo mejor exagero aquí) convencer de que las guerras son inevitables y que hay una distopía segurísima (una “maldición”) en el horizonte: armas inteligentes que acabarán con la humanidad más tarde o más temprano. Sí, creo que estoy exagerando y que Vicent no ha pretendido eso.
El tono del articulito de Vicent es inequívocamente antibelicista; pero comete ese error de interpretar de modo simplista el pensamiento de ellos, “los pacifistas”. Porque les atribuye la idea, simplista, de que es el miedo a las armas del otro lo que hace al de enfrente rearmarse y, finalmente, atacar para defenderse de un primer ataque. Sin embargo, “los pacifistas” no pensamos, creo, que el militarismo y las guerras puedan reducirse a meros enfrentamientos militares, a carnicerías que suceden en los campos de batalla y nada más.
Conociendo y coincidiendo con lo que los pacifistas y las pacifistas suelen expresar, el militarismo no se reduce al fenómeno del rearme, la escalada de armamentos, a la peligrosísima evolutiva de la industria armamentística. Reducir la interpretación pacifista de los estallidos bélicos a un resultado previsible de una mortífera industria que busca perpetuarse y enriquecerse sin límites es una reducción simplista. Me parece que los pacifistas y las pacifistas no piensan exactamente eso ni caen en ese sencillo, un tanto inocente, antimilitarismo rígido. Las guerras no sola y exclusivamente son un negocio de los malévolos fabricantes de armas.
Creo que hay otros factores, junto a la industria militar y sus poderosísimos tentáculos políticos y económicos, en los que los pacifistas y las pacifistas piensan como determinantes de las guerras: el patriarcalismo, el colonialismo, el capitalismo, el neoliberalismo, los modelos democráticos falsos (que pierden de vista las necesidades sociales), la insolidaridad internacional, la cultura de la violencia, el racismo y la xenofobia, la arrasadora digitalización de la mente colectiva, la explotación laboral, el fascismo de algunos grupos políticos, la letal práctica del consumismo, la generalizada degradación ambiental y el extractivismo… Es decir: las guerras no solo son un fruto de la existencia de las armas que las hacen posibles, sino que las guerras forman parte de un complejo entramado de cosas (sociedad, economía, política...) donde el eje vertebrador de las mismas es la violencia en sus distintas formas.
La guerra no la impone solamente, por ejemplo, EEUU con sus mil muy agresivas
bases militares repartidas por todo el planeta, la guerra es el estado
civilizatorio en el que nos encontramos como resultado histórico de compartir
todos y en todas partes una misma lógica de la violencia: la destrucción de “el
enemigo”. Lo que está sucediendo en Palestina no solamente es un efecto de la
acción de los armamentos de Netantahu sobre población civil indefensa, sino efecto, también, de la acción política cómplice de la UE en ese conflicto. No son solamente las
armas las que matan. “Los pacifistas” lo saben, lo sabe Vicent y lo sabe
cualquiera.
Entonces, no creo que “los pacifistas” opinen solamente, así
tan sencilla y escuetamente, que las armas llevan a las guerras, no, no
solamente esto, sino que las sociedades fundadas en la violencia y el poder
político ejercido bajo la “ley del más fuerte” conducen por derecho a las
guerras, a un estado de guerra permanente, al militarismo.
En Gandhi tenemos un mensaje ético, pero también político, muy profundo a favor de la noviolencia y la democracia, a favor de la vida frente al exterminio. Quizás debamos a empezar a leerlo y, antes de que estalle la Tercera y última guerra por culpa de nuestros descerebrados gobernantes, levantarle un monumento en cada plaza de cada pueblo y ciudad (al tiempo que denunciamos y nos negamos a pagar la locura armamentista que el PSOE acaba de aprobar con el aplauso del PP, Vox, Junts, etc.).
En definitiva: matarse no es una necesidad impuesta por las fábricas de armas, sino una decisión política de algunos partidos políticos que acaban de darle la espalda a la ciudadanía (NO A LA GUERRA) con su apuesta genocida en favor de una gran carnicería mundial.