Yo no estaría tan seguro de esa
frase de la Biblia (del Evangelio de San Mateo, me parece). Lo digo porque,
ante los ojos del Dios cristiano, todos (ricos y pobres) merecemos que el sol
nos alumbre y caliente, todos merecemos que la lluvia nos dé de beber y riegue todos
los campos, pero, divinas intenciones aparte, ¿cómo resignarse a que las
inundaciones se ceben siempre sobre los más pobres y una espléndida lluvia de
millones (procedente de los recursos públicos) caiga sobre los campos de los ricos
que son cada vez más ricos?. Cuánto esfuerzo de la izquierda, de los
trabajadores, de la ciudadanía en general, para construir una Cultura europea internacionalista,
de los pueblos, de la igualdad de derechos y oportunidades, de la justicia
social, de las libertades auténticas que generan los lazos de solidaridad
humana frente a las tiranías, de la democracia real ya, para que ahora nos
encontremos mandoneados por unos cuantos millonarios codiciosos e irresponsables
que pretenden quebrarnos el espinazo y la dignidad.
Los justos padecen lo indecible y
los pecadores hacen el agosto… Así que, en suma, no creo que llueva igual para
justos que para pecadores. Preguntaré a mis amigos católicos a ver qué quiere
decir una frase tan llena de ecuanimidad teológica pero, a la vez, tan
exasperante desde el punto de vista de la justicia humana. No violencia. No
matar. Bajo ningún concepto. Estoy totalmente de acuerdo, pero ¿qué hacer con
quienes favorecen la muerte y la desesperanza al amparo de leyes tan injustas?,
¿qué hacer cuando quienes planean y ejecutan todo un sistema de injusticias se
ceban impunemente sobre los trabajadores, sobre los más humildes, etc.?. Me
acuerdo ahora de una canción de Violeta Parra en la que ella se preguntaba: Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma que
están degollando a sus palomas…
Cuando las cosas van tan mal
porque los gobernantes se aplican, con tanta frialdad cómplice, a ejecutar
órdenes sistémicas cabalmente antisociales que recortan los derechos sociales y
dan la espalda a las necesidades básicas de la inmensa mayoría, hay que activar
la conciencia ética, política, desde posiciones muy críticas, para que los
poderosos adviertan que no pueden seguir por ahí. La Huelga General del 14 de
noviembre debe servir para hacer oír todo esto al gobierno. Pero ya no sólo,
por citar algunos ejemplos, para exigir convenios mejores, o condiciones de
despido laboral menos dolorosas, o la dación en pago, que también, sino para
cambiar el sistema y poner en marcha otro mundo mejor posible donde el derecho
al trabajo, o a tener una vivienda, o atención médica, etc., no sean mercancías
en manos de unos cuantos cuatreros sin alma.