LOS MUERTOS MUDOS
Mucha gente, pero
mucha, guarda silencio, un silencio en alguna medida cómplice. No dicen nada.
Ven que este sistema está en la más peligrosa de las crisis, pero guardan un
silencio sepulcral, a prueba de bombas, hecho de miedo en estado puro. No se
salvarán, desde luego, cuando se desaten, ya incontroladas, las duras consecuencias
de esta sociedad militarista regida por élites descerebradas, avariciosas,
homicidas.
Y a pesar de su
silencio, cada una de esas personas que componen esta masa de gente cuidadosamente
muda -muda mientras les amenazan las armas nucleares o la bomba demográfica o
la contaminación o las guerras o el desempleo de sus hijos o los genocidios o las
grandes bolsas de pobreza en las ciudades donde viven- tiene un alma… y quizás
en ese alma despavorida, ya muerta, calculadamente mediocre, siempre fingiendo,
tiene lugar una ‘conversación’ llena de terror como la que se lee en este poema
del poeta griego Takis Sinopoulos (1917-1981):
Ελπῆνωρ, πῶς ἧλθες...
ΟΜΗΡΟΣ
Elpénor, * cómo llegaste...
Homero
Paisaje de muerte. La mar petrificada los negros cipreses
la playa baja derruida por la sal y la luz
las rocas huecas el sol implacable encima
y ni rodar de agua ni ala de pájaro
sólo interminable sosiego espeso sin arrugas.
Fue alguien de la tropa el que lo divisó
no el más anciano: miren, ése debe ser Elpénor
volvimos los ojos rápido. Es extraño cómo recordamos
ya que la memoria se había secado como el torrente en verano.
Era realmente él, Elpénor, en los negros cipreses
ciego por el sol y por los pensamientos
escarbando en la arena con los dedos cercenados.
Y entonces lo llamé con una voz alegre: Elpénor
Elpénor, ¿cómo es que de pronto aquí te encuentras en esta tierra?
Habías terminado con el fierro negro enterrado en el costado
el pasado invierno y vimos en tus labios la sangre espesa
mientras se te secaba el corazón al lado del palo en la chumacera.
Con un remo quebrado te plantamos al lado del mar
a escuchar el murmullo del viento el estrépito del mar.
¿Cómo ahora estás tan vivo? ¿cómo aquí, en este país, estás?
¿ciego por la amargura y por los pensamientos?
No se volvió a mirar. No escuchó. Y entonces grité de nuevo
hondamente aterrado: Elpénor, tú que tenías pelo de liebre
como talismán colgado de tu cuello, Elpénor
perdido en los inmensos párrafos de la historia
yo te llamo y mi pecho resuena como una caverna
¿cómo llegaste amigo de otros tiempos, cómo pudiste
alcanzar la negra nave que nos trae
muertos errantes bajo el sol? responde
si tu corazón anhela con nosotros venir, responde.
No se volvió a mirar. No escuchó. De nuevo cuajó el silencio alrededor.
La luz cavando impenitente ahondaba la tierra.
La playa los cipreses el mar petrificados
en una inmovilidad de muerte. Y sólo él, Elpénor
a quien buscábamos con tanta insistencia en los viejos manuscritos
torturado por la amargura de su eterna soledad
con el sol cayendo en el vacío de sus cavilaciones
escarbando ciego la arena con sus dedos cercenados
como visión se iba y se perdía lentamente
en el vacío éter celeste sin eco sin alas
Takis Sinópoulos (Agulinitsa, Grecia, 1917-1981), "Linde", 1951, Señales
de ruta. Antología, selección, introducción y traducción de Pedro Ignacio
Vicuña, Ediciones Balandro, Santiago de Chile, 2020 (en prensa)
* Elpénor es un personaje conmovedor del Canto XI (Nekya)
de la Odisea. Se trata de la primera sombra que sale al encuentro de Odiseo
(Ulises) en el Hades. Ha muerto en casa de la hechicera Circe y sus compañeros
no han tenido tiempo de enterrar su cadáver. El alma le suplica a Odiseo que
sepulte el cuerpo en su próxima parada y sobre su tumba clave "el remo con
que yo remaba cuando estaba vivo" (Nota del Ad.)
(Véase: https://campodemaniobras.blogspot.com/2020/06/takis-sinopoulos-elpenor.html)
https://www.publico.es/politica/guerra-complices-derecho-objecion.html
