martes, 17 de junio de 2025

𝗕𝗢𝗠𝗕𝗔𝗥𝗗𝗘𝗔𝗥 𝗔 𝗖𝗜𝗩𝗜𝗟𝗘𝗦, 𝗢 𝗜𝗡𝗖𝗜𝗡𝗘𝗥𝗔𝗥𝗟𝗢𝗦, 𝗣𝗔𝗥𝗔 “𝗥𝗘𝗦𝗢𝗟𝗩𝗘𝗥” 𝗟𝗔 𝗩𝗜𝗢𝗟𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔 𝗠𝗜𝗟𝗜𝗧𝗔𝗥.-


𝗕𝗢𝗠𝗕𝗔𝗥𝗗𝗘𝗔𝗥 𝗔 𝗖𝗜𝗩𝗜𝗟𝗘𝗦, 𝗢 𝗜𝗡𝗖𝗜𝗡𝗘𝗥𝗔𝗥𝗟𝗢𝗦, 𝗣𝗔𝗥𝗔 “𝗥𝗘𝗦𝗢𝗟𝗩𝗘𝗥” 𝗟𝗔 𝗩𝗜𝗢𝗟𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔 𝗠𝗜𝗟𝗜𝗧𝗔𝗥.-

      En Hiroshima/Nagasaki, y en Auschwitz, y en Berlín, y en Kiev, y en Tokio, y en Stalingrado, y en Guernika, y en Málaga, y en Gaza y en La Habana y en Tel Aviv y en Teherán… y en tantos y tantos otros sitios a lo largo de la Historia, hemos aprendido que las estrategias militares que se implementan prioritariamente son las que disparan, matan de hambre, incineran y bombardean a los civiles inocentes; aprendimos la clase de carnicería que los de arriba han preparado siempre desde todos los tiempos hasta aquí revistiéndolo todo de “patriotismo” adobado con miedo en todas direcciones.

      No hay más que reflexionar, particularmente, solo un poco, sobre la existencia y sentido mismo de las armas de destrucción masiva almacenadas por Francia, Rusia, Israel, China, EEUU, Reino Unido, India, etc. Es decir: es obvio que 𝘀𝗼𝗺𝗼𝘀 𝗻𝗼𝘀𝗼𝘁𝗿𝗼𝘀, 𝗲𝘅𝗮𝗰𝘁𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲, 𝗲𝗹 𝗯𝗹𝗮𝗻𝗰𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗲́𝗹𝗶𝘁𝗲 𝗺𝗶𝗹𝗶𝘁𝗮𝗿 𝘆 𝗽𝗼𝗹𝗶́𝘁𝗶𝗰𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗷𝗲𝗰𝘂𝘁𝗮 𝘆 𝗼𝗿𝗴𝗮𝗻𝗶𝘇𝗮 𝗹𝗮𝘀 𝗴𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮𝘀.

      El militarismo ha evolucionado hasta su máxima expresión: la capacidad técnica de eliminar la vida de la faz de la Tierra. Es como, desde hace tiempo, una clase de “inteligencia artificial”, ya casi autónoma, incluso despegada de los intereses, más dinerarios, del Capitalismo colonialista más feroz y descarnado (de Thatcher a Trump).

      El militarismo que estamos viviendo hoy es una muy muy peligrosa vuelta de tuerca al concepto de guerra y violencia interestatal vía escaladas incontrolables (o controladas por algunos que hacen caja…). Y esta es la apocalíptica vuelta de tuerca: no ganar ninguna batalla concreta, sino ir a la guerra final (donde la Humanidad sea el blanco supremo), ser el autor de 𝘂𝗻𝗮 𝗱𝗲𝘃𝗮𝘀𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗱𝗲𝗳𝗶𝗻𝗶𝘁𝗶𝘃𝗮 𝗱𝗼𝗻𝗱𝗲 𝗺𝘂𝘆 𝗽𝗼𝗰𝗼𝘀 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗮𝗻 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲𝘃𝗶𝘃𝗶𝗿. 𝗚𝗮𝗻𝗮𝗿 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝘀𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲, 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗻𝘂𝗻𝗰𝗮, 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝘂𝗻𝗼𝘀 𝗰𝘂𝗮𝗻𝘁𝗼𝘀 (𝗺𝘂𝘆 𝗽𝗼𝗰𝗼𝘀) 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲𝘃𝗶𝘃𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲𝘀.

      La técnica destructiva más refinada y letal se ha unido a las políticas internacionales más descerebradas (modelo Trump) y biocidas (modelo Netanyahu). Un panorama holocáustico (impúdicamente dirigido por un militarismo autónomo y enloquecido) que crece en medio de un contexto moral y cultural debilitado, desnortado, dominado por ideas de xenofobia, odio, racismo, colonialismo, violencia, machismo, parafascismo…

      Los estrategas saben perfectamente a quien hay que disparar, o incinerar, o torturar, o matar por hambre, o dominar, o cercar o desplazar o violar o amenazar… lo estamos viendo (y lo hemos sabido siempre porque la Historia así nos lo enseña). Sí, somos nosotros el blanco del militarismo, 𝘀𝗼𝗺𝗼𝘀 𝗻𝗼𝘀𝗼𝘁𝗿𝗼𝘀 𝗹𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗰𝗮𝗯𝗮𝗿𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗿𝗮𝗱𝗶𝗮𝗰𝘁𝗶𝘃𝗼𝘀, 𝗲𝗻 𝘂𝗻𝗮 𝗴𝗶𝗴𝗮𝗻𝘁𝗲𝘀𝗰𝗮 𝗳𝗼𝘀𝗮, 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝗴𝗿𝗮𝗻 𝗔𝘂𝘀𝗰𝗵𝘄𝗶𝘁𝘇. La guerra ya no es (o no lo es solamente) un procedimiento para abatir al enemigo de otra nación, la guerra ahora es un monstruo desatado contra la vida, en su conjunto, mediante estrategias de holocausto atómico.

      No exagero. A las cifras de los presupuestos militares y a los arsenales de destrucción masiva y a las grandes guerras activas y a las amenazas permanentes de unos contra otros me remito. Como dice Pedro Oliver en el artículo adjunto: “𝗗𝗲𝘀𝗽𝘂𝗲́𝘀 𝗱𝗲 𝟭𝟵𝟰𝟱 𝗲𝗹 𝗽𝗲𝗻𝘀𝗮𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗹𝗮 𝗴𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮 𝗾𝘂𝗲𝗱𝗼́ 𝗲𝗻𝘁𝗲𝗿𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗱𝗲𝘁𝗲𝗿𝗺𝗶𝗻𝗮𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗮 𝗮𝗺𝗲𝗻𝗮𝘇𝗮 𝗮𝘁𝗼́𝗺𝗶𝗰𝗮”.