Recuerdo ahora que hace 20 años atrás, en la huelga de la vid de 1991, defendimos la noviolencia ante la violencia estructural que significaba de fondo (aunque el motivo concreto fue la extinción del Montepío de San Ginés de la Jara) la pérdida de empleo masiva fruto de un ERE a lo bestia en las bodegas, en las tonelerías, en las imprentas y en las viñas de Jerez.
Quienes formábamos parte del Colectivo Ecologista-Pacifista Albariza no dudamos en ponernos, con determinación, al lado de los trabajadores de Jerez que estaban sufriendo una agresión de la patronal sin precedentes.
Hoy Jerez, en parte debido a las consecuencias de aquella pérdida masiva de empleo en el sector vitivinícola, permanece en una situación de paro estructural de las más altas de Europa.