Ecologistas en Acción acaba de publicar un texto en el que propone y defiende una Constitución que considere, de manera central, la cuestión de la sostenibilidad medioambiental:
https://www.ecologistasenaccion.org/article35030.html. Comparto al 99% la idea y la redacción de esta iniciativa teniendo en cuenta, sobre todo, lo que se señala en la misma a modo de contexto
<<Sin un giro urgente hacia la sostenibilidad no habrá vida digna posible.
La realidad que tenemos hoy es que estamos a las puertas (tal vez hemos entrado ya hace tiempo) de un grave deterioro de las bases materiales que permiten la vida de las personas, de los pueblos y de los ecosistemas complejos de los que dependemos para nuestra supervivencia. La mayoría de las Constituciones han sido escritas desde la cosmovisión de un sistema en crecimiento, bajo el axioma no revisado del desarrollo económico y desde una concepción de persona independiente de la naturaleza y autónoma. Y tal vez desde la confianza en que la historia siempre va a mejor. Sin embargo la economía ecológica nos muestra que los bienes que han permitido el desarrollo de las especies y las sociedades humanas están siendo esquilmados, empobrecidos y destrozados por un sistema económico cuya base material necesita crecer a toda costa, aunque sea a base de depredar su base biológica. Esto se manifiesta en una pérdida grave de biodiversidad, en una menor cantidad de agua dulce disponible, en el calentamiento global, en la pérdida de suelo fértil, en la contaminación química y radiactiva y en el declive energético, entre otras muestras graves del deterioro>>
Me pregunto si, en lo que se refiere a la agudización de esas tensiones no estamos ya en la catástrofe misma, es decir, si no hace mucho tiempo que estamos brutalmente inmersos en la depredación no solamente de los recursos naturales del planeta, sino en la dominación militar de amplísimos espacios físicos donde se supone que viven pueblos, naciones o estados autónomos, para la satisfacción de las 'necesidades' de los mercados ricos de Occidente. O sea: que lo que Eco. Acc. denuncia no es solo una situación actual, sino una histórica tendencia real de los imperios que hace pivotar su poder en la capacidad de mantener doblegados a otros pueblos. Esa vieja tendencia, en estado puro, desatada, cínica, inhumana, ha sido y sigue siendo el colonialismo europeo del XIX como forma compleja de explotación de los recursos naturales, la mano de obra, los capitales y los territorios de otros continentes; un colonialismo que generó dos genocidas guerras mundiales y que continúa hoy en competencia con otros grandes actores como Rusia, China, Japón, etc., que comparten la misma dinámica de competición dineraria y de poder.
Las armas de destrucción masiva, el peor invento de la humanidad, el más destructivo, el más antiecológico y biocida, tiene que ver con esa tendencia de las sociedades antidemocráticas de Occidente y de Oriente, tiene que ver con esa opción no por la sostenibilidad sino por la depredación de todo aquello que pueda ser reapropiado, doblegado, consumido y deglutido por las insaciables fauces de un capitalismo al que los parlamentos se sujetan mansamente. Las armas de destrucción masiva son el exponente más claro de que ya estamos en la catástrofe, son la prueba clara de que el desastre no está por venir, sino de que vivimos en él, a la deriva, en el punto de mira de locos pirónamos como Donald Trump o "M. Rajoy".
Pienso que no solo hay que subvertir el actual concepto de "seguridad", basado en las supuestas amenazas territoriales de "los otros", a base de implementar conceptos mucho más útiles como "soberanía alimentaria" o "seguridad ecológica y de cuidados", sino que hay que desactivar a gran velocidad las actuales políticas militaristas de los gobiernos y las multinacionales. Porque el colapso medioambiental ya está aquí y porque ya vivimos en un sistema de relaciones internacionales basado en la fuerza militar y las guerras. Una hecatombe nuclear generalizada es un supuesto real en el que ya vivimos, desde hace tiempo, y que algunos piensan que, de algún modo, podría tener lugar, en principio, con arsenales "tácticos". La biocida mecha quizás acaba de encenderla Trump declarando por su cuenta que Jerusalén es la capital del estado de Israel.
<<Sin un giro urgente hacia la sostenibilidad no habrá vida digna posible.
La realidad que tenemos hoy es que estamos a las puertas (tal vez hemos entrado ya hace tiempo) de un grave deterioro de las bases materiales que permiten la vida de las personas, de los pueblos y de los ecosistemas complejos de los que dependemos para nuestra supervivencia. La mayoría de las Constituciones han sido escritas desde la cosmovisión de un sistema en crecimiento, bajo el axioma no revisado del desarrollo económico y desde una concepción de persona independiente de la naturaleza y autónoma. Y tal vez desde la confianza en que la historia siempre va a mejor. Sin embargo la economía ecológica nos muestra que los bienes que han permitido el desarrollo de las especies y las sociedades humanas están siendo esquilmados, empobrecidos y destrozados por un sistema económico cuya base material necesita crecer a toda costa, aunque sea a base de depredar su base biológica. Esto se manifiesta en una pérdida grave de biodiversidad, en una menor cantidad de agua dulce disponible, en el calentamiento global, en la pérdida de suelo fértil, en la contaminación química y radiactiva y en el declive energético, entre otras muestras graves del deterioro>>
El texto de Eco.Acc. no olvida señalar algo tan importante como: "La mayor parte de las Constituciones no están preparadas para frenar, cambiar el rumbo y orientarlo hacia una sostenibilidad ecológica y social imprescindible para seguir habitando –y con dignidad– en la biosfera. La mayor parte de las Constituciones son ahora suicidas y nos empujan con sus prioridades economicistas, productivistas y de lucro de unos pocos hacia una catástrofe ecológica, social, energética y probablemente bélica. Mientras se agudizan las tensiones de dominación de clase, de género y de unos territorios sobre otros".
Me extraña que no se empleen en el oportuno texto los términos "holocausto" o "genocidio" para aludir a esa tendencia radicalmente biocida del sistema capitalista en el que vivimos, "sistema capitalista" que tampoco se cita en dicho documento. No obstante, es obvio que la clave, términos aparte, es la dinámica de economía productivista que nos va a conducir a esa "catástrofe" a la que Ecologistas en Acción se refiere.Me pregunto si, en lo que se refiere a la agudización de esas tensiones no estamos ya en la catástrofe misma, es decir, si no hace mucho tiempo que estamos brutalmente inmersos en la depredación no solamente de los recursos naturales del planeta, sino en la dominación militar de amplísimos espacios físicos donde se supone que viven pueblos, naciones o estados autónomos, para la satisfacción de las 'necesidades' de los mercados ricos de Occidente. O sea: que lo que Eco. Acc. denuncia no es solo una situación actual, sino una histórica tendencia real de los imperios que hace pivotar su poder en la capacidad de mantener doblegados a otros pueblos. Esa vieja tendencia, en estado puro, desatada, cínica, inhumana, ha sido y sigue siendo el colonialismo europeo del XIX como forma compleja de explotación de los recursos naturales, la mano de obra, los capitales y los territorios de otros continentes; un colonialismo que generó dos genocidas guerras mundiales y que continúa hoy en competencia con otros grandes actores como Rusia, China, Japón, etc., que comparten la misma dinámica de competición dineraria y de poder.
Las armas de destrucción masiva, el peor invento de la humanidad, el más destructivo, el más antiecológico y biocida, tiene que ver con esa tendencia de las sociedades antidemocráticas de Occidente y de Oriente, tiene que ver con esa opción no por la sostenibilidad sino por la depredación de todo aquello que pueda ser reapropiado, doblegado, consumido y deglutido por las insaciables fauces de un capitalismo al que los parlamentos se sujetan mansamente. Las armas de destrucción masiva son el exponente más claro de que ya estamos en la catástrofe, son la prueba clara de que el desastre no está por venir, sino de que vivimos en él, a la deriva, en el punto de mira de locos pirónamos como Donald Trump o "M. Rajoy".
Pienso que no solo hay que subvertir el actual concepto de "seguridad", basado en las supuestas amenazas territoriales de "los otros", a base de implementar conceptos mucho más útiles como "soberanía alimentaria" o "seguridad ecológica y de cuidados", sino que hay que desactivar a gran velocidad las actuales políticas militaristas de los gobiernos y las multinacionales. Porque el colapso medioambiental ya está aquí y porque ya vivimos en un sistema de relaciones internacionales basado en la fuerza militar y las guerras. Una hecatombe nuclear generalizada es un supuesto real en el que ya vivimos, desde hace tiempo, y que algunos piensan que, de algún modo, podría tener lugar, en principio, con arsenales "tácticos". La biocida mecha quizás acaba de encenderla Trump declarando por su cuenta que Jerusalén es la capital del estado de Israel.
(Yo no comparto el contenido de este vídeo cuando habla de que un número reducido de cabezas nucleares en manos de algunos estados generaría paz internacional, pero sí hay en el mismo unas afirmaciones sobre el impacto de las armas nucleares sobre el medio ambiente que conviene tener muy presente)