"Una IU para un nuevo país. Construyendo un movimiento político y social socialista, feminista y ecologista" (ver en: http://xi-asamblea.izquierda-unida.es/)
Este nuevo documento de IU es interesante porque no olvida señalar -no podía ser de otro modo en una organización fuertemente comprometida con la solidaridad internacional- los graves problemas derivados del auge del militarismo en el mundo, así como la implicación española en los crímenes de la OTAN. Sin embargo, deja al pacifismo como una cuestión no central; es decir, el texto pivota sobre conceptos clave como "socialismo", "feminismo" y "ecologismo", pero no "pacifismo". No es un documento donde la Paz, como sí lo era en 1986 (cuando Izquierda Unida nació alrededor de las luchas sociales por la Paz y contra la OTAN: http://izquierda-unida.es/sites/default/files/1169749430050.pdf), ocupe un papel vertebrador, o especialmente inspirador, o protagonista junto a otras claves, en la nueva andadura que se pretende. Se tiene muy en cuenta la Paz, pero ya no es un concepto-guía en este nuevo documento [si salvamos el argumento general, implícito, de que la Paz y la justicia serían la consecuencia lógica del ejercicio de un socialismo pleno].
Además, no se incluyen en él cuestiones muy importantes para el movimiento por la Paz como es la Educación para la Paz y la Cultura de Paz. Este documento de Izquierda Unida, que señala el Capitalismo y el Imperialismo como causas principales de las guerras y la miseria de la mayoría del planeta, no cae en la cuenta -en mi opinión- de que del mismo modo que la sumisión de la mujer es un negativo pivote constitutivo, o fundacional, de la civilización opresiva en que vivimos, o que la explotación biocida de los recursos naturales es también un componente nuclear de nuestra realidad política, social y cultural, así la violencia y las guerras constituyen también otro fundamento constitutivo de nuestro degradado mundo.
El Capitalismo se asienta no solamente sobre las guerras -conflictos armados, guerras económicas, etc.- dirigidas por la potencia dominante de turno, sino sobre un concepto de obediencia, de correlación de fuerzas militares, de liderazgo, de cultura violenta y permanente sistema de amenazas... que definen desde hace siglos tanto los sistemas sociales como las relaciones internacionales. Las guerras, la fuerza militar, las tecnologías de exterminio masivo... son, en sí mismos, ciertamente, armas del Capitalismo, pero la extorsión sistemática, el autoritarismo estatal capaz de erigirse en ejecutor de las guerras, el patriotismo, el valor de los hombres en los campos de batalla, la violencia estructural, profunda, fundacional y primigenia, etc., todo eso es su mismo fluído sanguíneo.
Muchas veces en la historia y más allá de la cuestión del estallido de las guerras, el poder político, la fuerza militar y el dominio ideológico se asientan sobre una determinada visión y ejercicio de la violencia; es ésta, por tanto, una cuestión muy central en los diversos sistemas sociales que han tenido lugar y, al igual que la cuestión de nuestra relación con la Naturaleza o la cuestión del género, la violencia está, por decirlo, así, cruzando de norte a sur y de este a oeste nuestra concepción y nuestro ejercicio de la política y del poder, lo mismo que nutre, para mal, regularmente, nuestra visión de la vida entera.
El Capitalismo se asienta no solamente sobre las guerras -conflictos armados, guerras económicas, etc.- dirigidas por la potencia dominante de turno, sino sobre un concepto de obediencia, de correlación de fuerzas militares, de liderazgo, de cultura violenta y permanente sistema de amenazas... que definen desde hace siglos tanto los sistemas sociales como las relaciones internacionales. Las guerras, la fuerza militar, las tecnologías de exterminio masivo... son, en sí mismos, ciertamente, armas del Capitalismo, pero la extorsión sistemática, el autoritarismo estatal capaz de erigirse en ejecutor de las guerras, el patriotismo, el valor de los hombres en los campos de batalla, la violencia estructural, profunda, fundacional y primigenia, etc., todo eso es su mismo fluído sanguíneo.
Muchas veces en la historia y más allá de la cuestión del estallido de las guerras, el poder político, la fuerza militar y el dominio ideológico se asientan sobre una determinada visión y ejercicio de la violencia; es ésta, por tanto, una cuestión muy central en los diversos sistemas sociales que han tenido lugar y, al igual que la cuestión de nuestra relación con la Naturaleza o la cuestión del género, la violencia está, por decirlo, así, cruzando de norte a sur y de este a oeste nuestra concepción y nuestro ejercicio de la política y del poder, lo mismo que nutre, para mal, regularmente, nuestra visión de la vida entera.
Un socialismo coherente para el siglo XXI no puede dejar de hacer del pacifismo un objetivo principal, definitorio y prioritario; un pacifismo que hunda sus raíces en la Noviolencia. Porque la Noviolencia -o no violencia- debería estar en la base de un socialismo coherente en un mundo donde los arsenales nucleares podrían destruir -como desde hace años- el globo terráqueo varias veces, siendo ésta una cuestión muy central y muy determinante de nuestra globalización.
Nuestro mundo está definido por la violencia, raíz de las desigualdades, de la crisis medioambiental y del machismo. Por ello, el pacifismo no debe reducirse a la apuesta por una política alternativa de Defensa y de Exteriores, tiene que ser una Cultura de Paz que pueda redefinir el conjunto de las relaciones sociales, las relaciones personales y la relación de la humanidad con la Naturaleza. Sin duda, el socialismo del presente tendrá que ser no violento, en un sentido profundo, o no habrá, realmente, alternativa posible al Capitalismo.
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Nunca como hasta ahora habíamos dispuesto de herramientas
tan potentes para poder garantizar nuestro bienestar material y dedicar una
parte importante de nuestro tiempo a crecer cultural e intelectualmente tanto
desde el punto de vista individual como colectivo. Sin embargo, y
paradójicamente, la percepción mayoritaria es que esto no es así: el siglo XXI
nos sitúa ante enormes problemas e
incertidumbres que tienen que ver con las crecientes desigualdades
sociales, la pobreza, la escasa calidad democrática, el poder creciente de las
grandes corporaciones económicas, el deterioro del medioambiente, el cambio
climático, la escasa calidad de vida, la
violencia, la tragedia de los refugiados y la lacra permanente de la guerra.
La clave de esta paradoja es sencilla:
el sistema capitalista, su organización económica y su armazón
jurídico-político, pivota exclusivamente en torno a la maximización del
beneficio económico individual y, a partir de ahí, provoca la concentración
progresiva del poder económico y político, el perjuicio de los intereses de la
mayoría y, también, el de intereses colectivos como la preservación del
medioambiente.
En Europa, referente mundial del capitalismo “de rostro
humano”, la globalización y los cambios en la situación internacional de los
últimos decenios están haciendo saltar los cerrojos del Estado Social y
sumiendo a nuestro continente en una nueva situación caracterizada por la
precariedad, la incertidumbre y la pérdida del control democrático sobre las
grandes decisiones que nos afectan. Esta situación se ha reflejado en el ámbito
político polarizando las posiciones e incrementando el interés por la política.
Sin embargo, la mayoría de los países europeos han reaccionado frente a las
nuevas realidades implementando mecanismos reaccionarios: “grandes coaliciones”
entre partidos conservadores y socialdemócratas, aumento de la xenofobia y
crecimiento electoral de la extrema derecha. Las experiencias típicamente
socialdemócratas están derivando hacia lo de siempre: desmoralización de la
izquierda social, gestión neoliberal de la economía y fracaso en la lucha
contra la desigualdad mezclado con algunos toques de modernización y
“sensibilidad” social.
Romper las limitaciones de nuestra propia organización y las
que, en mayor o menor medida, caracterizan a las fuerzas europeas que se
reclaman de nuestro mismo espacio político con el fin de desplegar nuestro proyecto político socialista, feminista y ecologista.
– Conseguir una organización tan sólida como la que tenemos pero mucho más
extensa, más activa y más presente en el día a día de las clases populares y en
el conflicto social. – Hacer avanzar nuestros valores y nuestras propuestas en
el terreno de la hegemonía política y cultural. – Generar mayor confianza en
las clases populares adecuando nuestro discurso y nuestra práctica política y
comunicativa. – Afrontar con éxito estos retos y responder a las necesidades de
la ciudadanía es el eje principal sobre el que debe pivotar esta XI Asamblea.
¿Cómo se confronta la
ofensiva del imperialismo y la lucha por la paz y la justicia social a nivel
planetario? La dramática crisis que vive la humanidad es alimentaria,
energética y financiera. Es consecuencia del sistema capitalista y ha
acentuado los rasgos antidemocráticos de las instituciones internacionales, el uso de la fuerza contraviniendo el
derecho internacional, el retraso en los cumplimientos de los objetivos del
milenio, un aumento sustancial del gasto
en armamento e I+D en programas militares, y la guerra como recurso que garantice a los países dependientes de
energía contar con los canales de suministro.
En esta fase bárbara y criminal del capitalismo, no sólo se
agrede al bienestar de las personas en los países desarrollados haciéndonos
retroceder 40 o 50 años, sino que también se multiplican las desigualdades
respecto a los países empobrecidos abandonando a millones de personas al
hambre, la muerte por falta de medicación y a la pobreza extrema. En primer
lugar hay que señalar responsabilidad de
la UE con las causas de la migración. Las guerras promovidas por determinados
estados miembros y EEUU, el empobrecimiento de determinados países por el
expolio llevado a cabo por las multinacionales o el cobro de una deuda externa
que sigue desangrando a los países del sur, lleva a que muchos países,
principalmente del continente africano estén en una situación de pobreza y
conflictos armados. Son estas guerras, el hambre y la miseria la causa de que
millones de personas tengan que abandonar sus países de origen.
En segundo lugar las políticas migratorias de la UE siempre
han estado supeditadas a los intereses económicos de la élite, y en demasiadas
ocasiones al margen de los derechos humanos. La división entre migración
regular e irregular ha permitido durante años la explotación laboral y sexual
de miles de personas consideradas como “ilegales”, y se han impuesto una serie
de políticas migratorias que han permitido “controlar” la entrada de migrantes
dependiendo de los intereses económicos en cada momento.
Las políticas migratorias
se han basado en blindar las fronteras (vallas, militarización del
mediterráneo, externalización de fronteras, devoluciones en caliente) y en la
criminalización y persecución de los que han conseguido entrar en la Europa
fortaleza (redadas, CIEs, deportaciones, negación del derecho de ciudadanía,
exclusión de los servicios públicos...).
El ataque a los derechos humanos se extiende también hacia
aquellas personas migrantes que según la Convención de Ginebra deberían gozar
de protección internacional, las personas refugiadas.
Sólo un cambio
radical de las actuales políticas económicas y políticas exteriores de la UE
podría llevar a que millones de personas no se vean forzadas a abandonar sus
hogares. Desde Izquierda Unida seguimos defendiendo unas políticas migratorias
basadas en el respeto a los derechos humanos. Seguimos defendiendo que ninguna
persona es ilegal, el cierre de los CIEs, la apertura de vías legales para
entrar en Europa, el respeto a la Convención de Ginebra, el fin de las deportaciones...
El balance de las políticas exteriores de la UE, no puede
ser más negativo. Las Guerras de Iraq,
Afganistán, Siria o Libia, no sólo no han conseguido “pacificar” esas zonas
geoestratégicas, muy al contrario han aumentado la inseguridad y el aumento
exponencial de la presencia de fuerzas del yihadismo
radical y la presencia del llamado Estado
Islámico o Daesh, por ello no se puede demorar por más tiempo la
construcción de un Sistema de Seguridad
Alternativo, sin OTAN y sin Bases Norteamericanas.
Desde Izquierda Unida planteamos que en el proceso de construcción de otro Proyecto Regional
es imprescindible acabar con la actual política exterior y de vecindad de la UE
para basarla en la paz, el desarme, la cooperación y las relaciones
internacionales democratizadas. Este momento histórico demanda un modelo de seguridad rupturista con
el actualmente existente que permita alcanzar un mundo desarmado y desmilitarizado, este modelo supondrá un
ahorro de miles de millones de dólares anuales susceptibles de ser empleados en
cooperación al desarrollo al tiempo que permite sostener las conquistas
sociales de los países desarrollados.
Hoy más que nunca las
políticas de defensa deben ser decididas con la máxima participación democrática,
esto es, por decisión de la representación de la soberanía nacional,
consultando mediante referéndum las grandes decisiones y abriendo la
posibilidad de crear órganos consultivos con participación de investigadores
por la paz, ONGs, y asociaciones interesadas en la paz y el desarme.
En nuestro contexto, la
Unión Europea, diseñada por y para los mercaderes, no solo no ha
contribuido a avanzar en una arquitectura democrática del mundo, en un desarme
progresivo, en exigir el cumplimiento del Derecho Internacional, en la
exigencia del respeto a los derechos humanos, muy al contrario ha colaborado en
mantener el actual desorden internacional, las desigualdades, la guerra y la
desprotección a los pueblos que demandan justicia social.
Además, la OTAN amplía
sus objetivos y actúa impunemente en cualquier parte del mundo sin la
autorización del Consejo de Seguridad y en contra del Derecho Internacional. La
OTAN es una amenaza para la paz, una organización criminal al actuar en contra
del Derecho Internacional. Por eso no podemos dejar de denunciar que cualquier
posibilidad de desarrollo de una política de paz y solidaridad exige la disolución de la OTAN y el cierre de todas
las bases norteamericanas desplegadas en el Mundo.
Asimismo denunciamos que el retraso en el cumplimiento de
los Objetivos del Milenio es la
consecuencia lógica del sistema que necesita de la expoliación de los recursos
naturales de los países empobrecidos. Con
tan solo una reducción del 1% del gasto militar se podría cubrir la
financiación de los objetivos, por lo que calificamos la muerte de hambre
como un asesinato y nos sumamos a su idea de crear un Tribunal Internacional
para sentar en el banquillo tanto a los especuladores financieros como a los
del precio de alimentos.