Veo que muchos políticos se centran ahora en afinar sus engranajes electorales, en ganar sus debates internos (siempre tan escabrosos), en grangearse prensa y contactos, etc., olvidando un poco que, aparte de vociferar sobre lo mal que va todo y lo mal que lo hacen sus oponentes, urge, urge mucho, poner soluciones sobre la mesa a distintos problemas que todos conocemos.
Cuando los políticos -sobre todo los que han sostenido un férreo bipartidismo a través de los feos trucos de la vigente Ley electoral- le sonríen a uno, y le reciben a uno, y le atienden con educación y florituras -pero para que nada cambie- entonces los problemas se enconan, entonces la desesperación y la impotencia asoman. Porque esas poses suyas están basadas en un diálogo vacío y falso. La democracia no puede quedar convertida en un conjunto de formalismos y de debates interminables sobre problemas graves cuya solución nunca viene porque algunos de esos encantadores políticos nos dicen que no se puede hacer nada. Esta es, en mi opinión, la peligrosa dinámica en la que el odio y el miedo podrían prender fuerte en nuestra sociedad; esta es la auténtica cárcel en la que podemos vernos sobreviviendo si convierten la democracia en una pantomima donde se nos permite (vigilados) manifestarnos y discutir hasta el infinito de todo, pero se nos prohíbe de verdad implementar soluciones a las situaciones que, como todos sabemos, colocan a muchos miles de personas, en nuestra ciudad y en toda Andalucía, en una situación de sangrante indignidad. Reducir la política a un intento de manipulación de los medios y de la opinión pública es una locura.
La contienda electoral es legítima, pero debe desarrollarse con respeto máximo hacia la situación social de extrema urgencia en la que vivimos. Los ciudadanos exigimos programas claros, democráticos, viables, concretos, sustentables y urgentes para las cuestiones centrales del empleo, la sanidad, la educación, la vivienda, la reorganización del Ayuntamiento, etc.
A Podemos, a Ganemos y a Izquierda Unida, que representan lo mejor de la izquierda en esta ciudad, y de los que me siento parte de algún modo, les pido capacidad de diálogo y energía para, no solamente denunciar las situaciones insostenibles, sino para poner sobre la mesa iniciativas viables que, como mínimo, hagan ver a la ciudadanía que sí se pueden solucionar los problemas… y que si no se solucionan es porque, sin duda, los dos grandes partidos que ya sabemos llevan ya demasiados años sujetándonos con las cadenas de la resignación.
El odio y el miedo, primos hermanos de la palabrería, no deben caber en esta sociedad. El diálogo sincero de todos con todos para hacer realidad las soluciones a los problemas sí.